«EL ESPÍRITU LO LLEVÓ AL DESIERTO».
Por Fray Tuk
Marcos 1, 12-15
En seguida el Espíritu lo llevó al desierto, donde estuvo cuarenta días y fue tentado por Satanás. Vivía entre las fieras, y los ángeles lo servían. Después que Juan fue arrestado, Jesús se dirigió a Galilea.
Allí proclamaba la Buena Noticia de Dios, diciendo: «El tiempo se ha cumplido: el Reino de Dios está cerca. Conviértanse y crean en la Buena Noticia».
SAN JUAN CRISÓSTOMO. Homilías sobre el Evangelio de Mateo 13, 1.
«Apoderándose de él, mirad a dónde conduce el Espíritu Santo al Señor: no a una ciudad ni a una plaza pública, sino al desierto. Y es que, como el Señor quería atraer al diablo a este combate, le ofrece la ocasión no sólo por el hambre, sino por la condición del mismo lugar. Porque suele el diablo atacarnos particularmente cuando nos ve solos y concentrados en nosotros mismos. Así atacó al principio a la mujer, al sorprenderla sola y hallarla sin la compañía de su marido».
SAN JERÓNIMO. Comentario al Evangelio de Marcos 2.
«Conviértanse y crean en el Evangelio. No en la ley, sino en el Evangelio; mejor aún: por la ley en el Evangelio, tal como está escrito: de fe en fe. La fe en la ley corroboró la fe en el Evangelio».
El ambiente de las tentaciones de Jesús, como el de Eva, es el desierto, con su soledad y vulnerabilidad. Al Bautismo le acompañan la oración y el ayuno, y a éstos les sigue la perseverancia fervorosa. La dinámica de la tentación consiste primero en la sugerencia; luego, en el gozo de lo sugerido; y después, en el consentimiento. Debía haber algo divinamente atractivo en el rostro inocente del Salvador que hacía que las personas, con solo verle, tuvieran confianza en Él. El gozo de la fe compensa cualquier amargura que pueda acompañar al arrepentimiento.