EL CLERICALISMO Y LA SANACIÓN DEL SACERDOTE.

Por Alejandro Antonio Zelaya.

Muy variadas y múltiples noticias nos llegan de distintos ámbitos dentro y fuera de la Iglesia sobre las enfermedades de los sacerdotes: burn-out, problemas de ansiedad, fobias, depresión, dificultades graves en el área afectiva, aislamiento y suicidios. A veces en los diarios nos encontramos con estas dolorosas y tristes noticias. Otras veces dentro de los ámbitos mismos de las parroquias, movimientos o comunidades internamente se habla de ‘la enfermedad del padre’ o de su ´problema con el alcohol´, pero nadie sabe qué hacer, y se tiende a abordar o hablar de esta dificultad cuando ‘la bomba ya explotó’, y el obispo o superior no sabe qué hacer’.

Quisiéramos en un primer momento mirar este amplio tema no desde un punto de vista moralista sino desde una perspectiva integral e integradora, desde una perspectiva bio-psico-socio-espiritual. Contemplando a Jesús, Maestro, Pastor y Médico de nuestros cuerpos y de nuestras almas, podemos encontrar la clave: Jesús mira las grandes muchedumbres y compadeciéndose de ellas, sana a los enfermos (Mt 14, 14).

Jesús sana a los enfermos

Entre esos enfermos, propongo que podamos situar imaginariamente a los sacerdotes: Hombres débiles llamados a un ministerio de pastores y médicos espirituales, pero que no por ello, están exentos de sufrir y padecer lo que todo el mundo sufre y padece (Hb 5,2). Y precisamente debido a esto, llamados a ser sanados por Cristo y regalar este servicio al Pueblo de Dios, por vocación y misión.

Jesús también mira a sus sacerdotes, hombres débiles, a quienes Él quiere curar de todas sus enfermedades para que ellos, a su vez, sanen a otros. Cristo los llama a este ministerio del consuelo, compartiéndoles su misión y haciéndolos participar de su Sacerdocio.

El clericalismo que enferma al sacerdote y no lo deja sanar. El Pueblo de Dios: también llamado a curar las llagas de sus sacerdotes.

A veces se presenta a los sacerdotes como personas alejadas de la realidad, incapaces de sufrir las mismas debilidades y enfermedades que sufre la humanidad entera. Frecuentemente se tiende a negar —hablando del mecanismo psicológico de la negación— que el sacerdote pueda sufrir como otros. Por otro lado, muy frecuentemente el sacerdote es él mismo presa de esta actitud y tiende a negar y tapar, encubriendo sus heridas, y muchas veces, disfrazándolas.

Sería sumamente necesario que el Pueblo de Dios pueda descubrir y conocer —para amar más — a sus sacerdotes desde su integralidad, es decir, también desde sus llagas y dolores. Sería maravilloso que como pueblo podamos ayudar a curar y sanar las heridas y sufrimientos de otros bautizados: los curas.

Quizás esto sea un poco difícil al comienzo. El sacerdote como médico y pastor, llamado a compadecerse y a sufrir con su pueblo, no está acostumbrado a mostrar sus llagas que requieren sanación. Por esa razón, quizás está habituado a ocultarlas, no mostrarlas, a negar que existan, alejándose tal vez inconsciente e involuntariamente de la realidad del Pueblo y de todo ser humano. Esto quizás pueda ir unido a un modo de clericalismo inconsciente, subrepticio, oculto, de creerse por dentro perfectos, omnipotentes, alejados del pueblo y de la gran verdad de pertenecer como uno más a la naturaleza humana con todos sus dolores y debilidades.

El padre Alejandro Antonio Zelaya es licenciado en Psicología y miembro del Equipo de Formación Permanente del Clero de la diócesis de Avellaneda-Lanús.

EL CLERICALISMO Y LA SANACIÓN DEL SACERDOTE.

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