DIÁLOGO VIVO CON SAN PABLO (24).
Por Silvio Pereira.
24. Es ya hora de levantarse del sueño
Y esto, teniendo en cuenta el momento en que vivimos. Porque es ya hora de levantarse del sueño; que la salvación está más cerca de nosotros que cuando abrazamos la fe. La noche está avanzada. El día se avecina. Despojémonos, pues, de las obras de las tinieblas y revistámonos de las armas de la luz. Como en pleno día, procedamos con decoro: nada de comilonas y borracheras; nada de lujurias y desenfrenos; nada de rivalidades y envidias. Revístanse más bien del Señor Jesucristo y no se preocupen de la carne para satisfacer sus concupiscencias. Rom 13,11-14.
Tras invitarnos a una caridad sin fingimiento, una caridad que es cumplimiento y plenitud de la entera Ley de Dios, ahora San Pablo nos exhortas a darnos cuenta de la hora en que vivimos. Esta hora, sin duda es la hora de Jesucristo y de su Pascua.
Es ya hora de despertarse del sueño. No puede el cristiano permanecer adormilado sino despabilarse, ponerse en alerta. El Apóstol en sus escritos citará la fracción de un cántico o himno precedente —tal vez una antífona— que se entonaba probablemente en las primitivas liturgias de la comunidad: Despierta tú que duermes, y levántate de entre los muertos, y te iluminará Cristo. (Ef 5,14) Porque tenían conciencia en aquella generación inicial del significado del acontecimiento Jesucristo, de su Encarnación y Resurrección de entre los muertos, que sin duda lo cambiaba todo. Verdaderamente se sabían ubicados en la plenitud de los tiempos, en el momento de la consumación de la obra de Dios, en la inminencia del Día de la Salvación. Y en verdad nosotros deberíamos tener la misma percepción. No importa los días, centurias y milenios que transcurran, el momento sigue siendo el mismo, ya hemos sido introducidos en «aquel Domingo que no conoce ocaso».
La salvación está más cerca de nosotros que cuando abrazamos la fe. Aquí el pensamiento paulino se levanta hacia el horizonte escatológico, que si bien ha sido inaugurado por la Encarnación del Verbo y manifestado en su Pascua, aún espera la plena consumación por la segunda venida en Gloria o Parusía. Pero la imagen habla también de un dinamismo en el proceso de la fe vivida: se ha caminado, se ha crecido y madurado, no se está en el punto inicial del proceso de fe sino más cercanos a su conclusión histórica. No puedo evitar una lectura espiritual en clave personal. ¿La Salvación de Dios está más cerca de mí hoy que cuando comencé la aventura del seguimiento de Jesucristo? ¿En verdad he caminado, crecido y madurado rumbo a la Alianza definitiva con mi Señor? ¿Mi vida se orienta claramente hacia Cristo y atraída corre a su encuentro?
La noche está avanzada. El día se avecina. El gran San Juan de la Cruz hablará en estos términos acerca de la Unión transformante o Matrimonio espiritual o Bodas místicas con el Esposo. Se trata de ese momento clave en el cual en medio de la noche comienza a irrumpir la luz de la alborada. Aquí en San Pablo refiere a la vecindad de la Gloria Eterna —toda Luz— que va poniendo fin a la noche de la historia. Ya se acerca para quienes despiertan del sueño el Día de la Resurrección, la participación eterna en el triunfo de Cristo. Y entonces el Apóstol magistralmente describe los movimientos propios del que despierta con dos verbos: despojarse y revestirse.
Despojémonos, pues, de las obras de las tinieblas y revistámonos de las armas de la luz. No puede sino aparecer con toda su fuerza el tema de una renovada conversión de vida. Despojarse del pecado, es decir, salir de las tinieblas donde se duerme el sueño de la muerte. Revestirse para el Día inminente que se avecina, ya está por despuntar el alba. Pero en esta hora clave no falta el combate: hay que tomar las armas de la Luz, de la Vida Nueva en Cristo, colocarse la armadura de la Gracia. A veces desperezarse lleva un tiempo y todavía tiene fuerza la tentación de volver al sueño. La oscuridad es pegajosa y nos retiene. Habrá que romper definitivamente con las tinieblas y dejarlas atrás. Como en pleno día, procedamos con decoro: nada de comilonas y borracheras; nada de lujurias y desenfrenos; nada de rivalidades y envidias. Obviamente San Pablo conoce muy bien los vicios, impurezas y limitaciones de los discípulos y de las comunidades. Nuestra propia lista seguro contendrá estos ejemplos y muchos más.
Finalmente con total contundencia nos exhorta a identificar nos con el Señor Jesús. Revístanse más bien del Señor Jesucristo y no se preocupen de la carne para satisfacer sus concupiscencias. Habrá que dejar de vivir de un modo meramente carnal, mundano diríamos, y llevar una Vida Nueva en Cristo. ¡La hora sigue estando cerca y el clarear del Día inminente! ¿Qué esperas? ¡Despierta!
El Padre Silvio Dante Pereira Carro es también autor del blog Manantial de Contemplación. Escritos espirituales y florecillas de oración personal y tiene el canal de YouTube @silviodantepereiracarro . Su perfil en Facebook es Pbro Silvio Dante Pereira Carro.
DIÁLOGO VIVO CON SAN PABLO (24).