DIÁLOGO VIVO CON SAN JUAN DE LA CRUZ: CONVERSACIONES SUBIENDO AL MONTE (43).
Continuación de Diálogo vivo con san Juan de la Cruz: Conversaciones subiendo al monte (42).
Por Silvio Pereira.
43. Los bienes espirituales que dan gozo a la voluntad. Imágenes y retratos.
«A cuatro géneros ―de bienes― podemos reducir todos los que distintamente pueden dar gozo a la voluntad, conviene a saber: motivos, provocativos, directivos y perfectivos… Los motivos, que son: imágenes y retratos de Santos, oratorios y ceremonias» (SMC L3, Cap. 35,1).
Estimadísimo Fray Juan, nos enseñas que son de cuatro tipos los bienes espirituales que alientan gozo en la voluntad. Comencemos pues por las imágenes.
«Y cuanto a lo que toca a las imágenes y retratos, puede haber mucha vanidad y gozo vano, porque, siendo ellas tan importantes para el culto divino y tan necesarias para mover la voluntad a devoción, como la aprobación y uso que tiene de ellas nuestra Madre la Iglesia ―muestra―, ―por lo cual siempre conviene que nos aprovechemos de ellas para despertar nuestra tibieza―, hay muchas personas que ponen su gozo más en la pintura y ornato de ellas que no en lo que representan» (SMC L3, Cap. 35,2).
Ciertamente pones reparo en que nuestra forma de servirnos de ellas sea demasiado superficial y que nos quedemos en la sola visualización de su aspecto exterior ―mirándolas como una obra artística― y no reparemos en el misterio de fe que representan.
«El uso de las imágenes para dos principales fines le ordenó la Iglesia, es a saber: para reverenciar a los Santos en ellas, y para mover la voluntad y despertar la devoción por ellas a ellos; y cuanto sirven de esto son provechosas y el uso de ellas necesario» (SMC L3, Cap. 35,3).
Por eso la imagen religiosa debe tener cierta mínima calidad artística que mueva a la devoción, representando con belleza y facilitando el movimiento de la piedad. Dicho sea de paso en mis días, ese tipo de imágenes religiosas son onerosas económicamente y generalmente se encuentran en los templos y oratorios más antiguos e importantes. El pueblo fiel accede a imágenes comercializables que no pocas veces son más bien un obstáculo por su baja calidad de producción.
«La persona devota de veras en lo invisible principalmente pone su devoción, y pocas imágenes ha menester y de pocas usa… si se las quitan, se pena muy poco; porque la viva imagen busca dentro de sí, que es Cristo crucificado, en el cual antes gusta de que todo se lo quiten y que todo le falte. Hasta los motivos y medios que llegan más a Dios, quitándoselos, queda quieto. Porque mayor perfección del alma es estar con tranquilidad y gozo en la privación de estos motivos que en la posesión con apetito y asimiento de ellos» (SMC L3, Cap. 35,5).
Aquí pues la gran advertencia: el modo de uso de las imágenes religiosas puede ser un buen parámetro de discernimiento acerca del proceso de maduración de la fe personal. Como los niños hasta cierta edad no son capaces de realizar razonamientos que supongan la abstracción intelectual y por tanto todo su conocimiento se basa en lo tangible y concreto, así hay personas devotas que sin imágenes piadosas exteriores no encontrarían en su corazón impulso para la piedad. Se las debe mover por fuera pues por dentro la motivación es escasa. Vale decir, su vida interior es pobre y poco cultivada.
Nos acercamos Fray Juan a esta temática análogamente. Cuanto más la oración se vaya interiorizando el fiel sacará menos provecho de representaciones exteriores y más de las internas como el niño que pasa del pensamiento concreto al abstracto. Y cuando el orante va entrando en quietud ―o sea en recogimiento interior infuso― ya va dejando atrás no solo recitaciones, meditaciones y otros medios más activos, sino también representaciones interiores; de hecho intentar volver a todo ello le disturba más que ayudarle. Así el creyente que va enriqueciéndose interiormente usa menos de imágenes piadosas exteriores o representaciones internas y se siente volcado a retirarse a la profundidad escondida donde sabe que Dios lo habite y gusta de su Presencia viva dentro de sí. Que claramente es muy superior el encuentro con el Dios que inhabita que la devoción que surja de la percepción de imágenes religiosas talladas por manos de hombre por valiosas artísticamente y bellas que fuesen o de representaciones internas vía la imaginación o fantasía. Es de sentido común quedarse con la realidad y no con sus representaciones.
«Tenga por cierto el alma que, cuanto más asida con propiedad estuviere a la imagen o motivo, tanto menos subirá a Dios su devoción y oración» (SMC L3, Cap. 35,6).
Por tanto el consejo es aprovecharse de imágenes y retratos religiosos como un medio muy inicial de impulso de la devoción y piedad pero no quedarse en ellas sino más bien ir siempre más hacia el interior por el recogimiento sobre sí en la búsqueda del Dios que nos habita. Seguramente será más rico y hondo el movimiento de devoción frente a una imagen religiosa que brota de un corazón trabajado por la Gracia que desde sí mismo conecta con la representación mediante el rico bagaje de su vida interior, que quien falto de profundidad espiritual mendiga de una imagen religiosa le transmita aquello que no tiene en sí mismo.
«Como haya devoción y fe, cualquiera imagen bastará; mas si no la hay, ninguna bastará» (SMC L3, Cap. 36,3).
DIÁLOGO VIVO CON SAN JUAN DE LA CRUZ: CONVERSACIONES SUBIENDO AL MONTE (43).
El Padre Silvio Dante Pereira Carro es también autor del blog Manantial de Contemplación. Escritos espirituales y florecillas de oración personal y tiene el canal de YouTube @silviodantepereiracarro.
Hola 👋 siempre leo el post de San Juan de la Cruz… Me veo muy representada por las preguntas que le hace el fraile… Yo ayer mismo conversaba con un joven de 40 años alejado de la iglesia católica y le pregunté porque le parecía q la gente después de tomar los sacramentos no sigue… Y me dijo viste toda esa gente que rinde culto » desesperado a los santos » son católicos ?etc… Y yo le dije si (con un poco de vergüenza) pero para mí idolatras. «así hay personas devotas que sin imágenes piadosas exteriores no encontrarían en su corazón impulso para la piedad.»
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