DIÁLOGO VIVO CON SAN JUAN DE LA CRUZ: CONVERSACIONES SUBIENDO AL MONTE (16).

Continuación de Diálogo vivo con san Juan de la Cruz: Conversaciones subiendo al monte (15).

Por Silvio Pereira.

16. No regodearse en las representaciones sino permanecer desasida, desnuda, pura y sencilla el alma

Esclarecidísimo maestro, Fray Juan, te confieso que me causa fatiga ya, tener que insistir sobre las mismas cosas, pero advierto como tú que ni están dispuestos a oír ni se convencen de la verdad; pues por tanto habrá que seguir martillando en el sentido que señala la desnudez de la Cruz. Volvamos a enseñar que cuantas representaciones imaginativas o locuciones interiores se produzcan en el ejercicio de la oración pueden tener diversas fuentes.

La una el natural, diríamos hoy nuestra «psicología personal», en el sentido de todo el bagaje de pulsiones, mandatos y tramas vinculares en las cuales nos hemos ido configurando. Hay que reconocer que a veces no podemos escuchar más allá de lo que deseamos o estamos preparados para escuchar, ni vemos más allá de lo que esperamos o estamos dispuestos a ver. Cuando la realidad supera al paradigma de conocimiento o se modifica el paradigma o se niega la realidad. También en la actividad religiosa de la oración no deja de tener notable influencia la mayor salud o enfermedad de nuestra estructuración personal. Negarlo sería una ingenuidad.

La otra fuente es sobrenatural, pues estas representaciones y locuciones interiores pueden ser producto del influjo de Dios pero también del Demonio.

«…puede Dios y el demonio representar las mismas imágenes y especies, y mucho más hermosas y acabadas. De donde, debajo de estas imágenes muchas veces representa Dios al alma muchas cosas, y la enseña mucha sabiduría… Y también el demonio procura con las suyas, aparentemente buenas, engañar al alma…» (SMC L2, Cap. 16,3).

No debemos asustarnos sino ser precavidos. Si Dios usa de este medio, lo cual hace mucho en los comienzos, acercándose didácticamente cuanto puede a nuestro humano lenguaje todavía rudimentario en lo espiritual, es para educarnos y hacernos comprender el camino por el cual quiere conducirnos. Pero el Adversario aquí quiere aprovecharse y sabe que obtendrá grandes ganancias por nuestro aprecio desmedido a lo sensible. No lo hará proponiéndonos tentaciones nítidamente pecaminosas que descubriríamos y rechazaríamos con mayor facilidad, sino actuando como «ángel de luz», bajo apariencia de bien o de pretendida incluso santidad, frecuentemente impostada como pureza separada y heroica. Entonces, ¿cómo los distinguiremos? Si vieres que se levanta cualquier espíritu de presunción o vanagloria, si el derrotero te conduce a volverte sobre ti mismo y a ensalzarte regodeándote en lo que tienes o se ha producido en ti, si disminuye tu conciencia de no ser más que un penitente en camino, si se apaga la caridad fraterna bajo el crecimiento de tu autoestima, sabrás ciertamente que se ha mezclado mal espíritu. Porque Dios siempre nos pastorea hacia la humildad y abajamiento de sí. Aunque también deberás cuidarte de esa falsa humildad que en verdad es acomplejamiento y falta de aceptación de ti mismo. Dios nos lleva suavemente por el camino de la verdad que nos hace libres.

«Por tanto, digo que, de todas estas aprehensiones y visiones imaginarias y otras cualesquiera formas o especies, como ellas se ofrezcan debajo de forma o imagen o alguna inteligencia particular, ahora sean falsas de parte del demonio, ahora se conozcan ser verdaderas de parte de Dios, el entendimiento no se ha de embarazar ni cebar en ellas, ni las ha el alma de querer admitir ni tener, para poder estar desasida, desnuda, pura y sencilla, sin algún modo y manera, como se requiere para la unión» (SMC L2, Cap. 16,6).

«Por tanto, para venir a esta unión de amor de Dios esencial, ha de tener cuidado el alma de no se ir arrimando a visiones imaginarias, ni formas, ni figuras, ni particulares inteligencias, pues no le pueden servir de medio proporcionado y próximo para tal efecto; antes le harían estorbo, y por eso las ha de renunciar y procurar de no tenerlas» (SMC L2, Cap. 16,10).

Mientras el alma no sea purificada más intensa y transformadoramente hacia la Unión esponsal, la vida interior estará bastante invadida por esta suerte de representaciones, ya sean visiones o locuciones. No interesa ahora distinguir tanto desde cuáles potencias son percibidas o dónde exactamente impactan. La regla general es no quedarse en ellas. Guardarse debe el alma desasida, desnuda, pura y sencilla —nos decía Fray Juan— para poder gozar de la Unión. Sin esta renuncia y esta decisión por ser pobre no se puede avanzar ni crecer.

¡Pero ay de la vanagloria, nuestra perdición! Qué fuerte es en nosotros el apetito desordenado y la vieja inclinación al pecado de Adán. Hasta que no podamos descentrarnos y sigamos idolatrando el yo, estaremos en peligro. Lo digo porque es como intentar hablar con chiquillos encaprichados que no quieren soltar el dulce o el juguete. Son demasiados los que habiendo comenzado a crecer en espíritu luego se quedan empastados en adictivas sensiblerías pseudo-espirituales, en la búsqueda de algo extraordinario o de una experiencia personal para poder exhibir impúdicamente a otros. Coleccionan trofeos pero nunca alcanzarán la meta, su poblada vitrina es la recompensa con la que el Adversario engañosamente les ha sobornado.

Te repito cuál es el camino si quieres en verdad completar el trayecto:

«…que nos quedemos a oscuras, cerrados los ojos a todas esotras luces, y que en esta tiniebla sola la fe, que también es oscura, sea luz a que nos arrimemos.
…hasta que le amanezca en la otra vida el día de la clara visión de Dios, y en ésta el de la transformación y unión»  (SMC L2, Cap. 16,15).

«…el alma no ha de poner los ojos en aquella corteza de figuras y objeto que se le pone de delante sobrenaturalmente, ahora sea acerca del sentido exterior, como son locuciones y palabras al oído y visiones de santos a los ojos, y resplandores hermosos, y olores a las narices, y gustos y suavidades en el paladar, y otros deleites en el tacto, que suelen proceder del espíritu, ni tampoco los ha de poner en cualesquier visiones del sentido interior, cuales son las imaginarias; antes renunciarlas todas. Sólo ha de poner los ojos en aquel buen espíritu que causan, procurando conservarle en obrar y poner por ejercicio lo que es de servicio de Dios ordenadamente, sin advertencia de aquellas representaciones ni de querer algún gusto sensible» (SMC L2, Cap. 17,9).

Ojalá puedas admitir el testimonio de quienes pueden ser tus mayores y no te detengas en el camino. Lánzate más bien hacia delante despojándote de todo, pues solo a Dios debes querer y nada has de permitir que te distraiga o te induzca a la postergación. No podrás avanzar si no te entregas a la noche de la fe. Debes dejarte introducir en esta oscuridad tan iluminada según el fulgor de la Santa Cruz. Si quieres tener algo lo perderás todo. Si quieres vivir morirás. Aquí debes comenzar a adentrarte en el sendero del abandono.

DIÁLOGO VIVO CON SAN JUAN DE LA CRUZ: CONVERSACIONES SUBIENDO AL MONTE (16).

El Padre Silvio Dante Pereira Carro es también autor del blog Manantial de Contemplación. Escritos espirituales y florecillas de oración personal y tiene el canal de YouTube @silviodantepereiracarro.

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