DIÁLOGO VIVO CON SAN JUAN DE LA CRUZ: CONVERSACIONES SUBIENDO AL MONTE (13).
Continuación de Diálogo vivo con san Juan de la Cruz: Conversaciones subiendo al monte (12).
Por Silvio Pereira.
13. Dejar reposar el alma
Mi queridísimo Fray Juan, avanzas en tu obra sobre la significación de cuanto producen natural o sobrenaturalmente bajo el influjo de la Gracia las facultades de la imaginación y fantasía, para advertirnos con insistencia que no nos quedemos en estas noticias sensibles que se experimentan en el ejercicio de la oración. Todas estas representaciones, son más bien desproporcionadas que convenientes a lo que Dios es en sí mismo y a su obrar.
«De donde los que imaginan a Dios debajo de algunas figuras, o como un gran fuego o resplandor, u otras cualesquier formas, y piensan que algo de aquello será semejante a él, harto lejos van de él. Porque, aunque a los principiantes son necesarias estas consideraciones y formas y modos de meditaciones para ir enamorando y cebando el alma por el sentido, como después diremos, y así le sirven de medios remotos para unirse con Dios —por los cuales ordinariamente han de pasar las almas para llegar al término y estancia del reposo espiritual— pero ha de ser de manera que pasen por ellos y no se estén siempre en ellos, porque de esa manera nunca llegarían al término, el cual no es como los medios remotos, ni tiene que ver con ello…» (SMC L2, Cap. 12,5).
Uno de los grandes peligros en la espiritualidad de nuestro tiempo, a mi ver, es ésta fascinación y búsqueda por lo sensible extraordinario y su comunicación.
Tal vez en su humus se halle hoy por hoy, amigo y maestro, —además de ese persistente desorden en nuestro natural— una cultura digital que exacerba la imagen y su exhibición sin reserva alguna. Concomitante a ello una tendencia a la espectacularidad y la escenificación acompañan el fenómeno. Así como el vértigo y alta velocidad de la transmisión. Las imágenes pasan frente a nosotros casi sin interrupción y fugazmente. Un mundo de imágenes con su constante influjo.
Es que los recursos técnicos crecientes hicieron posible a muchos capturar imágenes de la vida diaria o fabricar las representaciones de su fantasía, accediendo además a compartirlas masivamente. No es de extrañar pues que en este caldo de cultivo la representación termine cobrando mayor valor que la realidad a la cual se representa. Esta como sobreactuación de la representación hace caer en el olvido el núcleo originante en el cual se funda. Es decir, nos quedamos con el mensajero y sus modos pero no siempre acertamos a reconocer el mensaje en su literalidad —el hecho y su significación— y con ello la intencionalidad del emisor. No por falta de capacidad sino simplemente porque no hay tiempo para detenerse y porque cuenta la imagen en sí misma.
Creo que esta nueva realidad de nuestros días también deja su marca en ese quedarse en los fenómenos sensitivos del encuentro con Dios. Claramente es creciente la dificultad de las generaciones más jóvenes para los procesos reflexivos como para el recogimiento interior y el silencio.
Pero volviendo Fray Juan a tus consideraciones sobre el valor de las imágenes y el peligro de quedarse en ellas para alcanzar quietud, te escuchamos.
«De donde yerran mucho muchos espirituales, los cuales, habiendo ellos ejercitádose en llegarse a Dios por imágenes y formas y meditaciones, cual conviene a principiantes, queriéndolos Dios recoger —a bienes— más espirituales interiores e invisibles, quitándoles ya el gusto y jugo de la meditación discursiva, ellos no acaban, ni se atreven, ni saben desasirse de aquellos modos palpables a que están acostumbrados; y así, todavía trabajan por tenerlos, queriendo ir por consideración y meditación de formas, como antes, pensando que siempre había de ser así. En lo cual trabajan ya mucho y hallan poco jugo o nada; antes se les aumenta y crece la sequedad y fatiga e inquietud del alma cuanto más trabajan por aquel jugo primero, el cual es ya excusado poder hallar en aquella manera primera, porque ya no gusta el alma de aquel manjar, como habemos dicho, tan sensible, sino de otro más delicado y más interior y menos sensible, que no consiste en trabajar con la imaginación, sino en reposar el alma y dejarla estar en su quietud y reposo, lo cual es más espiritual» (SMC L2, Cap. 12,6).
Es tan cierto lo que describes. ¡Cuántas veces he sido testigo de estos procesos truncos! Dios nos inicia en la vida interior como ya hemos dicho por medio del gusto, pero cultivamos una afición casi adictiva por tales goces menores y les consideramos erróneamente tan importantes que no queremos dejarlos. Entonces es de notar como Dios y el alma empiezan a andar desentonados y fuera de sincronía. El Señor ya no comunica el gusto sensible como a los inicios sino que lo va retirando como madre que desteta a su niño; quiere darnos alimento más sólido y nutritivo. Pero nos empeñamos aún en degustar papilla y no estamos dispuestos a masticar para deglutir.
Aquí Dios invita a otro camino y la persona se empecina en su afición por lo más corporal, sensible, emotivo, imaginativo y palpable. Por tanto anda buscando lo que Dios ya no quiere dar. Lucha y se fatiga por repetir experiencias previas que deben quedar atrás para crecer. Por consiguiente lo que recibe será solo ecos del pasado pues el Señor ya va retirando ese lenguaje o meras fabricaciones inferiores suyas o lo que es peor engaños del Maligno.
No deja de sorprenderme la gran cantidad de orantes que no pasan de los peldaños inferiores de la escala en el Espíritu. Tanto en la oración personal como comunitaria no hallan valor sino hay lágrimas o don de lenguas o quemazones y hormigueos corporales o visiones y audiciones internas y una variedad de fenómenos imperfectos y no tan subidamente espirituales como ellos los consideran. Y cómo también andan buscándose más a si mismos en los deleites del alma que a Dios mismo, es débil su humildad y no hay quien los convenza de que hay mucho más por descubrir y que dejen ya esos iniciales tratos hacia una Alianza mayor. Ni se te ocurra apuntarles que lo que desean son cosas de principiantes en el encuentro con el Señor, pues claramente se enojarán y pensarán de ti que no sabes nada y que ocultas con racionalidad fría tu falta de fervor espiritual.
¡Pobre alma que quiere hallar a Dios pero no deja que Él le conduzca! Quiere ser protagonista y que el proceso de la oración se encuentre en su mano y bajo su dirección. Hasta que no se detenga y se haga verdaderamente dócil, hasta que no acepte el pastoreo divino en su interior, hasta que no se entregue a los tiempos y modos del Señor, hasta que no se haga humilde y se tome de la mano del Espíritu Santo, hasta que no aprenda a reposar y entrar en quietud, no adelantará.
*Retrato de san Juan de la Cruz. Antequera. Carmelitas Descalzas. Anónimo s. XVII. Es uno de la colección de primitivos que atesora Andalucía. Cervantes Virtual.
DIÁLOGO VIVO CON SAN JUAN DE LA CRUZ: CONVERSACIONES SUBIENDO AL MONTE (13).
El Padre Silvio Dante Pereira Carro es también autor del blog Manantial de Contemplación. Escritos espirituales y florecillas de oración personal y tiene el canal de YouTube @silviodantepereiracarro.