CURACIÓN DE LOS DIEZ LEPROSOS.

Por Mario Ortega.

Lc 17, 11-19. Curación de los diez leprosos. Miércoles de la semana XXXII del TO

En aquel tiempo, yendo Jesús camino de Jerusalén, pasaba entre Samaria y Galilea. Cuando iba a entrar en un pueblo, vinieron a su encuentro diez leprosos, que se pararon a lo lejos y a gritos le decían:

–Jesús, maestro, ten compasión de nosotros.

Al verlos, les dijo:

–Id a presentaros a los sacerdotes.

Y mientras iban de camino, quedaron limpios. Uno de ellos, viendo que estaba curado, se volvió alabando a Dios a grandes gritos, y se echó por tierra a los pies de Jesús, dándole gracias. Este era un samaritano.

Jesús tomó la palabra y dijo:

–¿No han quedado limpios los diez?; los otros nueve ¿dónde están? ¿No ha vuelto más que este extranjero para dar gloria a Dios?

Y le dijo:

–Levántate, vete: tu fe te ha salvado.

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El agradecimiento es el camino que conduce a Jesús

  1. Hasta diez fueron los leprosos que Jesús curó en un solo milagro. Le salieron al encuentro pidiéndole compasión y el Señor la tuvo, diciéndoles sencillamente: id a presentaros a los sacerdotes. Mientras iban de camino todos quedaron limpios. Todos curados. 10 de 10. Un diez para Jesús, cuyo amor se muestra infinitamente generoso, sin distinción de unos u otros. A todos hace el bien.
  2. Sin embargo, ¿cuál es la respuesta de los hombres? Uno a nueve. Sólo uno vuelve para darle las gracias. Vence por goleada el desagradecimiento. Da mucha pena; el Corazón de Jesús siente dolor ante la falta de agradecimiento… La escena evangélica de hoy nos interroga a cada uno de nosotros; ¿Soy del diez por ciento de las personas agradecidas a Dios por todos sus milagros conmigo cada día? El día que hoy me ha dado, la salud y capacidades –muchas o pocas– para hacer el bien, el amor de los demás, su presencia en la Eucaristía, su Madre María…
  3. Dar gracias a Dios es siempre el camino hacia Cristo, como el leproso agradecido, que fue el que llegó hasta Jesús y obtuvo de Él un regalo mayor: su curación espiritual, el perdón de sus pecados; la vida eterna. Y es que el agradecimiento a Dios es la mejor muestra de fe, de humildad, de confianza y de alegría creciente.

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