Por Juan María Gallardo. Cuentos para reflexionar y orar: Por qué no me lo dijiste antes
Del libro ‘Cuentos para pensar’ del Pedro Chinaglia (SDB)
El marido era un hombre robusto, de la voz fuerte y los modales ásperos. Ella, la esposa, era una mujer dulce y delicada. Se habían casado. El no le hacía faltar nada, y ella cuidaba de la casa y educaba a los hijos. Los hijos crecieron, se casaron y se alejaron de sus padres. Una historia como tantas.
Pero cuando todos los hijos se fueron de la casa, la esposa perdió su sonrisa, se hizo siempre más sutil y casi transparente. No podía ya comer y en poco tiempo no se levantó más de la cama. El marido preocupado la llevó a un hospital. Llegaron a visitarla los médicos y doctores más competentes y famosos. Nadie lograba descubrir el tipo de enfermedad que ella tenía. Sacudían la cabeza y se decían: «¿Quién sabe?»
El último especialista, que la visitó, le dijo por separado al marido: «Yo diría, con toda franqueza, que su esposa no tiene ya ganas de vivir. Es por eso que ningún remedio le puede servir». Sin decir una palabra aquel hombre vigoroso y grande, se sentó al lado de la cama de su mujer, la tomó de la mano y, con su voz fuerte, le dijo decididamente: «Tú no morirás».
«¿Por qué?» le preguntó con un hilo de voz su mujer. «Por qué yo te quiero y no puedo vivir sin ti». Y, entonces, la esposa, sonriendo y con un filo de voz, le contestó: «¿Por qué no me lo dijiste antes?» Y de aquel momento comenzó a estar mejor.
«No basta amar», decía Don Bosco. Los jóvenes tienen que darse cuentas que los amamos. «Procura hacerte amar» le decía Don Bosco a Don Miguel Rua, al enviarlo como director a un Colegio de muchachos. Si los jóvenes se sienten amados aceptan a sus educadores y creen en lo que le dicen y aprender los valores que les quieren enseñar.. Pero si no se sienten amados, de nada sirve todo el esfuerzo para educarlos; si no aceptan al educador no va a aceptar nada de lo que se les dice. Se cierran en sí mismos y no se dejan educar.