Por Juan María Gallardo. Cuentos para reflexionar y orar: No nos dejes caer en la tentación

 

Del libro “Cuentos para pensar” del Pedro Chinaglia (SDB)

La serpiente cobra y el pajarito hipnotizado.

Así describe C. Vallés su encuentro con la serpiente cobra.

«Una vez la vi. En un camino solitario del cálido paisaje de la India, entre campos y mieses, árboles y arbustos. Yo iba pedaleando suavemente en mi bicicleta. Viaje de placer en los dominios de la naturaleza. Pasó un buen rato y un buen trecho de camino cuando comencé a sentir un zumbido sutil alrededor mío. Un extraño silencio  se había apoderado del campo. Colgaba el peligro en el aire expectante. Paré la bicicleta, eché pie a tierra y escudriñé el terreno. De repente la vi. Algo se destacaba sobre la hierba igual. Una serpiente cobra, medio enroscada en el suelo y medio erguida en el aire, con su capuchón desplegado en solemne majestad y su lengua escribiendo amenazas silbando en el viento. Seguí su mirada con la mía y llegué a la rama de un arbusto a media altura y corta distancia. En la rama estaba un pájaro aterido de miedo. Yo había oído que las serpientes les hacían eso a los pájaros. Ahora lo veía. El pájaro tenía alas, pero no podía volar. Tenía voz, pero no podía cantar. Estaba helado, rígido, hipnotizado. La serpiente sabía su poder y había pronunciado se hechizo. La presa ya no podía escapar, aunque tuviera el cielo entero abierto a su carrera. El miedo atenazaba al pájaro. Un salto desde la hierba, una punzada de colmillo traidor y el dueño de los vientos caería ante el enemigo terrestre. Golpee mis manos y la serpiente se volvió rápidamente y me miró con furia. Levanté los brazos y grité; y la cobra se bajó con lenta protesta, luego se escurrió rápidamente entre la hierba. El paisaje respiró de alivio como después de una terrible tensión. El arbusto volvió a cobrar vida; el pájaro se despertó de su sueño de muerte; volvió a encontrar sus alas, y voló.

En la tentación nos sentimos seducidos por la falsa felicidad que el pecado nos presenta; en el momento de la tentación casi perdemos nuestra capacidad de resistir, nos quedamos casi paralizados, como el pajarito hipnotizado por los ojos de la serpiente cobra. Es por eso que tenemos que rezar al Espíritu Santo: «No nos dejes caer en la tentación» Pero, sobre todo, no acercarse demasiado al bien falso que tanto nos atrae.. La tentación se hace siempre más fuerte. y casi irresistible si nos acercamos imprudentemente al peligro. Quién quiere evitar el pecado tiene que evitar también las ocasiones próximas del pecado.

Quién confía demasiado en sí mismos y quiere experimentar el escalofrío del peligro, inevitablemente cae en él.  Las mariposas que de noche vuelan alrededor de la llama de una vela, tarde o temprano se queman las alas y mueren.

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