Los católicos en Kirguistán son una minoría heroica que superó la atroz represión comunista soviética. En febrero pasado, el sacerdote jesuita Johannes Kahn estuvo en Suiza para informar sobre los proyectos de la fundación internacional Ayuda a la Iglesia Necesitada (ACN) en Kirguistán, Asia Central. Kahn, que pasó casi 10 años en Kirguistán en una pequeña minoría católica, desarrolló su labor pastoral durante décadas en varios países de Europa del Este, Asia Central y también en Rusia.
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El presbítero explicó que llegó al país de Asia Central debido a que su «hermano mayor, Alexander Kahn, también teólogo y jesuita, era superior en Kirguistán y buscaba sacerdotes porque había muy pocos». «Así fue como llegué a ese hermoso país con montañas de hasta 7.000 metros de altura y mucho sol. Los católicos viven dispersos por todo el país como una pequeña minoría, unas 1.000 familias forman un grupo heterogéneo, en el que también hay católicos coreanos y rusos. En total tienen 8 sacerdotes, un fraile y 6 religiosas. Habría más, pero hace meses que se les niega la entrada en Kirguistán debido a la normativa referente al COVID-19, en el propio país no hubo vocaciones hasta ahora», explicó. Al ser consultado sobre la libertad religiosa, indicó que existe «sobre el papel sí, en la práctica no siempre».
«Hay grandes obstáculos administrativos para ser reconocidos como comunidad religiosa, pues se requiere un número mínimo de creyentes, que los católicos no cumplen. Los clérigos extranjeros tienen que contar siempre con la posibilidad de perder el permiso de residencia. También está restringido el libre ejercicio de servicios religiosos, lo cual no tiene nada que ver con las medidas de protección relacionadas con el coronavirus», lamentó. «A los católicos se nos tolera, pero se nos ponen muchos obstáculos, en todo Kirguistán sólo hay una iglesia católica, la capilla del hermano Klaus en Talas. Hasta ahora, no nos dieron autorización para construir ninguna otra iglesia. Sin embargo, cada vez hay más indicios de que la Iglesia recibirá pronto el permiso para construir una iglesia en la capital, Biskek», enfatizó el presbítero.
«Los musulmanes, que suponen el 80% de la población, y los ortodoxos rusos no sufren ninguna restricción. En los países de la antigua Unión Soviética, Rusia sigue ejerciendo su influencia, de lo que se aprovecha notablemente la Iglesia ortodoxa rusa», explicó el sacerdote. Aseguró que «la Iglesia católica se encuentra en una situación complicada en Rusia y, por tanto, también en Kirguistán». «No es apreciada debido a que actúa en el campo social, lo cual molesta a Rusia; por eso, el Estado ruso ejerce presión sobre la Iglesia católica a través de Kirguistán. Además, en Kirguistán también hay musulmanes radicales que están en contra de todo lo que no sea musulmán. De Turquía y Pakistán se recibe dinero destinado a promover una interpretación cada vez más radical del islam. Hasta ahora, Kirguistán era considerado pacífico y tolerante», alertó.
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