El cardenal y arzobispo de Buenos Aires, Mario Poli, precisó que el beato Fray Mamerto Esquiú «guardó en su memoria la sabiduría de la Iglesia sin descuidar la riqueza de las humanidades», al presidir una Misa de acción de gracias en el santuario de Nuestra Señora del Valle, en la ciudad de San Fernando del Valle de Catamarca, el domingo 5 de septiembre, por la beatificación del fraile argentino. La Eucaristía estuvo concelebrada por el obispo local, Luis Urbanc; el obispo de San Isidro y presidente de la Conferencia Episcopal Argentina (CEA), Oscar Ojea; el obispo de Chascomús y secretario general de la CEA, Carlos Malfa; el obispo auxiliar de Buenos Aires José María Baliña; y el obispo auxiliar de La Plata Jorge Esteban González. Al comienzo de la celebración, Poli bendijo la imagen del beato Esquiú que luego fue entronizada en el altar construido en el sector derecho del templo.
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El primado de la Argentina dedicó en el comienzo de su homilía unas palabras de agradecimiento al obispo Urbanc por todo lo compartido, desde la tristeza del 2020 frente a la suspensión del Congreso Mariano Nacional (CMN) hasta las alegrías que vivieron estos días, y de modo particular por todo lo que realizó por los obispos de todo el país que llegaron a Catamarca para asistir a la beatificación de Fray Mamerto Esquiú. El cardenal Poli destacó, al referirse al beato Mamerto Esquiú, «guardó en su memoria la sabiduría de la Iglesia sin descuidar la riqueza de las humanidades». «A su vez auscultando el clamor de su gente y asumiendo la causa de los desprotegidos, no evadió la labor cívica para superar la larga historia de desencuentros entre los argentinos. Fray Mamerto, hoy beato, fue un hombre de paz y de bien. De él se puede decir lo que dice el Apóstol Santiago: Los que procuran la paz, siembran la paz y su fruto es la justicia. En su vida encarnó lo que rezaba en el salmo 37: Busca la paz y sigue tras ella», destacó, al manifestar el deseo de seguir el ejemplo de Fray Mamerto y «pasar por la experiencia del sordomudo del Evangelio, para que Jesús nos lleve aparte, en la intimidad de la oración, ponga sus dedos en nuestras orejas, toque nuestra lengua con su saliva, y diga bien fuerte: Ábrete cristiano».
«Necesitamos que Jesús destape nuestros oídos para escuchar la voluntad del Padre, y escuchar lo que el Espíritu dice a la Iglesia que peregrina en la Argentina, en Catamarca. Que Él suelte nuestra lengua —muchas veces al servicio de vanidades— para poder anunciarlo y así compartir la dulce alegría de evangelizar, incluso cuando haya que sembrar entre lágrimas. Termino esta homilía con un sentimiento, a mí se me movió el agua estancada del Bautismo, se volvió a rebosar el deseo de santidad. Por las palabras del cardenal Villalba, por las miradas de la gente. Realmente lo comparto para que sintamos y pidamos a Nuestra Madre del Valle que nos ayude a recordar nuestro bautismo, con ese regalo de santidad que nos dio y que Fray Mamerto vivió intensamente en su vida», sostuvo. Al final de la celebración, el purpurado y sus concelebrantes fueron al atrio del templo al llevar la imagen del beato Esquiú, desde donde impartieron la bendición al pueblo. Tras regresar al interior de la catedral, Poli bendijo el altar construido para el beato.
Reflexión del cardenal Poli sobre Fray Mamerto, obispo.
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