El cardenal y arzobispo de Managua, Leopoldo Brenes, recuerda el atentado incendiario «bochornoso producto del odio a la fe» en la catedral local, al celebrar una Misa en honor a la imagen de la Sangre de Cristo, el 31 de julio pasado, en el primer aniversario del ataque que sufrió en su capilla. El 31 de julio de 2020, un encapuchado ingresó a la catedral de Managua y se dirigió a la capilla de la Sangre de Cristo, donde lanzó una bomba molotov que incendió y destruyó parte de la estructura. En el ataque resultaron quemadas las hostias consagradas que se conservaban en la capilla.
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«A esta hora, la noticia recorría el mundo, manifestando cómo nuestra imagen de más de 300 años, venerada por las personas humildes y sencillas de corazón, experimentaba un atentado bochornoso producto del odio a la fe de todos nosotros», indicó el purpurado, en la Eucaristía que celebró al cumplirse un año del ataque que en ese entonces calificó de «un acto terrorista» en contra de la Iglesia católica. Brenes destacó la capacidad de los cristianos para perdonar y amar, frente al impacto que causó el incendio del templo que calcinó la imagen de la Sangre de Cristo de 383 años, y frente al cual san Juan Pablo II rezó en 1996.
Indicó que todos experimentaron «durante este año sentimientos entrecruzados, pero teniendo un punto de referencia, el perdón y el amor». «Sí, es difícil, pero Cristo nos enseña a amar y perdonar», afirmó el cardenal Brenes, quien recuerda el atentado que padecieron. El prelado destacó «el gran milagro en la Eucaristía» tras el atentado, por las hostias consagradas que quedaron quemadas. «Su cuerpo está ahí, también calcinado, pero está ahí, vivo, un milagro eucarístico. Cristo está ahí, calcinado pero vivo. Porque Él vive para que todos nosotros tengamos vida y vida en abundancia. Un año y la sagrada hostias están ahí, no se han destruido, no se han destruido, el Cuerpo vivo de Cristo ahí está. Vivo. Calcinado, pero también con su gran mensaje para nosotros: aquí estoy, vengan a Mí», reflexionó, al enfatizar que también la cruz, a pesar de haber sido calcinada, es testimonio de fortaleza.
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