CÁLLATE Y SAL DE ÉL.

Por Mario Ortega.

Mc 1, 21-28. Cállate y sal de él. Martes semana I del TO

En la ciudad de Cafarnaún, el sábado entra Jesús en la sinagoga a enseñar; estaban asombrados de su enseñanza, porque les enseñaba con autoridad y no como los escribas. Había precisamente en su sinagoga un hombre que tenía un espíritu inmundo y se puso a gritar:

«¿Qué tenemos que ver nosotros contigo, Jesús Nazareno? ¿Has venido a acabar con nosotros? Sé quién eres: el Santo de Dios».

Jesús lo increpó:

«¡Cállate y sal de él!»

El espíritu inmundo lo retorció violentamente y, dando un grito muy fuerte, salió de él. Todos se preguntaron estupefactos: «¿Qué es esto? Una enseñanza nueva expuesta con autoridad. Incluso manda a los espíritus inmundos y lo obedecen».

Su fama se extendió enseguida por todas partes, alcanzando la comarca entera de Galilea.

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Cállate y sal de él

  1. El Evangelio de hoy nos presenta a Jesús haciendo un exorcismo. Fue en la sinagoga de Cafarnaún, donde un hombre con un espíritu inmundo se puso a gritar diciendo: ¿Qué tenemos que ver nosotros contigo, Jesús Nazareno? ¿Has venido a acabar con nosotros? Sé quién eres: el Santo de Dios. El Maligno sabe quién es Jesús y sabe también que ante Él no puede nada. Por eso, su engaño principal a nosotros es alejarnos de Dios, no porque nosotros le importemos algo, sino porque no puede resistir ver a Dios en nuestra alma.
  2. El Maligno llena el alma de alboroto y ruido. Todo lo que nos quita la paz no viene de Dios, sino del maligno: pensamientos tristes, juicios, sospechas infundadas, rabias, malos deseos, envidias… Todas estas realidades de nuestro mundo interior son, sin duda, azuzadas por el maligno. Por eso, la Palabra de Jesús es clara, decidida y eficaz contra el maligno: Cállate y sal de él. Sal de esa alma que tienes atormentada, porque esa no es tu casa, es la mía.
  3. Cristo libera al alma de las ataduras del mal, la redime, la hace suya. En la medida que nos mantenemos unidos a Él, su Palabra va realizando esa labor liberadora en nosotros. Quizás no de golpe, como el exorcismo del Evangelio de hoy, pero sí poco a poco, día a día. Para que podamos nosotros colaborar con Él en nuestra propia liberación a través del amor, de la entrega, del servicio humilde a Dios y al prójimo… Todo lo que el demonio detesta y por eso mismo, lo que más nosotros debemos procurar.

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