BREVE INTRODUCCIÓN A LA LECTIO DIVINA (5). 

Continuación de Breve introducción a la Lectio Divina (4).

Por Silvio Pereira.

SEGUNDO PASO: LA MEDITACIÓN

Decíamos que en el paso previo —LA LECTURA, ya nos vamos introduciendo en este momento. Efectivamente aquella lectura primera y relecturas subsiguientes como intentando ingresar al texto, haciéndonos coetáneos cual co-protagonistas o espectadores privilegiados, ya fue engendrando una degustación del sentido que porta.

El aporte de la ciencia bíblica

Es el momento de tomar una opción metodológica superadora a mi ver. Pienso que no debemos renunciar a los conocimientos que puedan cualificar la lectura. Un lector más formado —es decir, mejor educado— podrá realizar una meditación más provechosa y profunda como una más prudente y certera aplicación y actualización del sentido del texto.

No es verdad que sólo hay que dejar fluir al Espíritu como si nuestra humanidad no contase para nada o dar rienda suelta a una interpretación libre y poco razonable. En los grupos bíblicos a veces sucede una suerte de ‘inspiración mágica’ donde nuestras facultades parecen innecesarias o unas ‘locuciones subjetivas y emocionalistas’ sin discernimiento. Que «el Espíritu me dijo» o «tuve una visión y me representé tal imagen» o «yo siento tal o cual otra cosa» o «a mí me llegó e impactó esto» y un sinfín de variantes. Obviamente todo esto sirve como punto de arranque, como intuiciones que deben ser procesadas, pero necesitamos realizar el camino de una meditación que objetive y clarifique el sentido que Dios quiere en verdad comunicarnos.

Como tampoco es bueno para hacer Lectio Divina transformar la experiencia en una clase de exégesis por el animador del grupo o una suerte de investigación y estudio comunitario. Esto sucede en grupos de reflexión bíblica con más anclaje académico y donde se diluye la experiencia espiritual que pide realizar un proceso en el estilo propio de la oración.

Sin embargo tanto personal o comunitariamente se podrían introducir en la meditación recursos que ayuden. Por ejemplo notas a pie de página sobre algún versículo o introducciones preliminares a los libros sagrados que muchas traducciones de la Palabra de Dios incorporan como aparato crítico. Además se podrían consultar vocabularios y comentarios bíblicos. Claro sin perder ese clima de oración que debe ser el eje conductor de la Lectio.

Obviamente si el lector puede acceder en otro momento a una formación bíblica sistemática, la misma le será de gran ayuda en su experiencia orante con la Palabra de Dios.

Crítica textual interna y externa

Me animo a explicar sencillamente un aspecto ordenador e importante para la meditación. Piensen que el texto es una casa. Si yo la observo desde fuera, rodeándola, por el estilo de la fachada, por el tipo de aberturas, la existencia o no de escaleras o rampas y muchos más detalles podría tener una idea general sobre la vivienda y algunas hipótesis acerca de quiénes la habitan.

Esto es la crítica textual externa. Se trata de elementos que, sin ser constitutivos del texto en sí mismo, ayudan a comprenderlo. Nos aportan además datos acerca de la óptica teológica. Aquí incluimos:

  • El conocimiento del autor humano o hagiógrafo. Características de su personalidad como de sus
    capacidades e intereses.
  • La fecha y lugar de composición del texto. Es decir, la circunstancia histórica concreta en la que
    fue escrito.
  • La identidad de los destinatarios. Un esbozo de la comunidad cristiana a la que se dirige la obra,
    sus inquietudes y necesidades.

Si logro tener luego una llave puedo ingresar a la casa y descubrirla por dentro. Allí realmente sabré si mis hipótesis previas se verifican o si debo cambiar toda mi interpretación acerca de sus habitantes y forma de vida.

Esto es la crítica textual interna. Se trata de elementos constitutivos del texto que nos ayudan a develar finalmente el sentido literal y el contenido de fe que atestigua. Es hora de buscar las ‘llaves o claves hermenéuticas’ para ingresar al interior mismo del texto. En este punto debemos prestar atención a los siguientes elementos:

  • Lenguaje, estilo y vocabulario.
  • Género literario.
  • Estructura literaria.
  • Procesos narrativos o poéticos.
  • Contenido.

La descripción del paso de la MEDITACIÓN

Ahora veamos cómo podemos incorporar estos elementos de modo sencillo, enriqueciendo la lectura y abonando la meditación siempre en un clima orante. Usemos el esquema de los Círculos Bíblicos.

¿Qué dice el texto?

Aquí, poner atención a diversos elementos, puede ayudarnos. Los enumero en un orden progresivo:

1) Recurrir a las notas marginales o al pie y también a algún comentario introductorio del aparato crítico de la traducción. Los títulos pueden dar una indicación pero a veces son imprecisos o tras la meditación podríamos elegir titular el pasaje de otro modo.

2) Contextualizar el relato identificando los textos anteriores y posteriores al mismo. Recuperar esta ilación narrativa a veces puede ayudar. No es bueno entender el texto como un todo cerrado e inconexo. Si tengo información sobre el plan general de la obra —Evangelio, carta, etc— tanto mejor, así podre sintonizar con la mentalidad del autor humano.

3) Especificar el género literario del relato —parábola, sentencia breve o colección de sentencias, sumarios o síntesis, genealogías, narración de milagros o exorcismos, discursos, etc—. Cada formato tiene su propia manera de comunicar y hay que comprenderla.

4) Descubrir divisiones internas en la unidad de un mismo texto. Ubicar las secciones, las transiciones y nexos, los cambios de enfoque, los saltos de nivel, lo verdaderamente central y cómo juega todo lo que lo rodea.

5) Identificar palabras, expresiones o frases que puedan ser la clave de interpretación del texto. Aquí debemos investigar cuando no sabemos y evitar conjeturar. Un buen vocabulario bíblico a la mano puede ser indispensable.

6) Deducir o imaginar los paisajes o itinerarios geográficos y su posible relevancia para la comprensión de la narración. Así también las marcas temporales —¿paso todo en un momento, en un mismo día o en varios, en un período más largo de tiempo?—.

7) Reconocer los personajes con sus sentimientos y emociones, pensamientos e ideas expresadas, acciones, gestos y actitudes. Indagación psicológica y espiritual de su identidad y de sus procesos vitales o interiores.

8) Referencia a otros textos bíblicos que sean aludidos explícita o implícitamente.

9) Reconocer a los destinatarios del texto.

10) Por fin intentar definir el mensaje o tema central del relato. Volver a ponerle título podría ser un buen recurso.

¿Qué me dice el texto?

Obviamente en este punto ya nos hallamos en el umbral difuso que da lugar al siguiente paso: la oración —y esto será más evidente si la Lectio es personal—.

11) ¿Qué cuestionamientos, propuestas, exigencias, alicientes o confirmaciones el texto me dirige a mí? ¿En qué me siento tocado personalmente? Es indispensable ser concreto, aplicándolo a situaciones y actitudes bien reconocibles y no de forma vaga o general. —Si la lectura es comunitaria también debemos preguntarnos cómo aplicarlo en la vida eclesial. Es importante el diálogo con los hermanos como espacio de discernimiento—.

¿Qué le digo al texto?

12) ¿Qué puedo hacer para cambiar, para dejar que la Palabra de Dios me transforme? ¿Qué respuesta Dios espera de mí? Es imprescindible ser también concreto y no divagar. Proponerse respuestas posibles y a corto plazo ayuda a no desanimarse y a evaluar. —También debe introducirse el nivel de la respuesta comunitaria si la Lectio es grupal—.

Sin embargo no siempre la Lectio Divina debe provocar una respuesta cual propósito de Vida Nueva medible y cuantificable. ¡Esta expectativa es muy moderna! La Lectio hunde sus raíces en la mentalidad antigua y medieval, por tanto más contemplativa. Lo que debe suceder es que la Palabra de Dios quede resonando en el corazón del orante. Esos ecos persistentes formarán un corazón nuevo y moldearán un temple más evangélico en el interior.

Tal vez no sea la Lectio de un solo pasaje bíblico la que termine favoreciendo una respuesta concreta, sino un proceso de recepción de la Palabra, que sedimentándose y acumulándose por capas conexas, al fin florezca en una Vida Nueva —no tanto sobre un plan racional y volitivo nuestro— sino según ese misterioso entramado fecundo que urde el Espíritu.

BREVE INTRODUCCIÓN A LA LECTIO DIVINA (5). Por Silvio Pereira.

El Padre Silvio Dante Pereira Carro es también autor del blog Manantial de Contemplación. Escritos espirituales y florecillas de oración personal.

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