Conventos franciscanos reciben a desplazados en Líbano

Fray Toufic Bou Mehri, del convento de Tiro, una franja de tierra que se adentra en el mar, a unos 30 kilómetros de la frontera israelí, explicó que «la situación es dramática». «Abrimos las puertas del convento para acoger a los que escapan de los pueblos del sur. Ahora tenemos decenas de familias acampadas, que huyeron sin llevarse nada, sin saber siquiera dónde ir», afirmó.

Conventos franciscanos reciben a desplazados

Los conventos franciscanos de la Custodia de Tierra Santa del Líbano reciben a los desplazados, frente a la ola de violencia que golpeó especialmente al sur del país de Oriente Próximo. Los conventos de Beirut, Harissa y Trípoli no fueron afectados directamente en la actualidad, mientras que el de Tiro se encuentra en una zona afectada por los bombardeos y necesitada de ayuda a las personas que huyen del sur.

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«Estamos preocupados porque la guerra afecta a la vida de todos. Las escuelas están cerradas porque muchas se convirtieron en refugios para los desplazados. Muchos no pueden permitirse alquilar una casa o ir a un hotel. En los últimos días, las carreteras hacia Beirut estaban bloqueadas debido a la cantidad de coches y de personas que huían. En el norte no faltan alimentos y combustible, pero al sur no llega nada», sostuvo fray Najib Ibrahim, guardián del convento de Harissa y delegado del Custodio de Tierra Santa para el Líbano.

Fray Toufic Bou Mehri, del convento de Tiro, una franja de tierra que se adentra en el mar, a unos 30 kilómetros de la frontera israelí, explicó que «la situación es dramática». «Abrimos las puertas del convento para acoger a los que escapan de los pueblos del sur. Ahora tenemos decenas de familias acampadas, que huyeron sin llevarse nada, sin saber siquiera dónde ir. La gestión de los refugiados es muy compleja, especialmente desde el punto de vista higiénico-sanitario. Intentamos estar cerca de estas personas, hacerlas sentirse acogidas», aseguró.

Fray Quirico Calella sostuvo que en Trípoli, al norte del país, llegan los ecos de la guerra y el miedo empieza a cundir entre la gente. «Llevamos tiempo almacenando provisiones. Nuestro convento es el centro de evacuación para los italianos, en caso de emergencia. Compramos cierta cantidad de agua y artículos de primera necesidad. Solo una familia pidió hospitalidad, pero creemos que en los próximos días la demanda será mayor. Trataremos de ayudar a todos los que llegue, además de a las personas a las que ya asistimos», sostuvo fray Quirico.

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