SAN JENARO.

Por Juan María Gallardo.

Fiesta: 19 de septiembre.

Nápoles, a pesar de vivir bajo la amenaza del Vesubio, es una ciudad privilegiada por el clima suave, la naturaleza exuberante y la situación de su hermosa bahía. Pero Nápoles, la antigua Parténope, es privilegiada sobre todo porque, además de conservar las cenizas del piadoso poeta pre-cristiano Virgilio, goza de la permanente protección de San Jenaro. Puede decirse que la devoción de San Jenaro es la misma historia de Nápoles.

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San Jenaro era obispo de Benevento, cerca de Nápoles. Murió mártir en la persecución de Diocleciano, la última que sufrió la iglesia antes de la paz de Constantino. La misma en que sufrieron martirio en España, Vicente, Eulalia, Severo, Engrí y los innumerables mártires de Zaragoza. Jenaro fue apresado cuando se dirigía a la cárcel a visitar a sus cristianos. Según la tradición, salió ileso de un buen horno encendido, donde lo arrojaron.

Fue conducido a Pozzuoli, primera tierra italiana que pisó San Pablo, camino de Roma, como se refiere en los Hechos de los apóstoles. Fue arrojado a las fieras en el anfiteatro, que también lo habrían respetado. Finalmente fue degollado. Le acompañaban en el martirio los diáconos Sosio, Próculo y Festo, Desiderio que tenía el ministerio del Lector, Eutiquio y Acucio. Los cristianos recogieron, como era costumbre, un poco de sangre de los mártires, en un ánfora, para colocarla ante su tumba.

SAN JENARO.

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