El padre José Filiberto Velázquez, sacerdote de la diócesis de Chilpancingo-Chilapa, es director del Centro de Derechos de las Víctimas de la Violencia Minerva Bello, que vive amenazado de muerte y es sobreviviente de 2 ataques armados en México, un país que registra los niveles más altos de violencia de los últimos 6 años, especialmente en regiones afectadas por conflictos entre grupos criminales. En 2022, comenzó a documentar las violaciones de derechos humanos, en ‘El Nuevo Caracol’, cuando un párroco le llamó angustiado, porque tenía 500 feligreses desplazados en su iglesia y necesitaban ayuda.
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«Como sacerdote soy testigo de que el país enfrenta un conflicto armado, con crimen organizado, destrucción de templos y uso de la tecnología para sembrar terror y pánico», precisó. Explicó que la Iglesia sufre a diario extorsiones telefónicas, amenazas, fraudes, cobro de ‘derecho de piso’ para abrir un templo o ataques a iglesias. Recordó que en 2021 fue secuestrado por 50 hombres armados cuando iba a celebrar Misa a Guerrero, y estuvo a punto de ser ejecutado. Permaneció horas de rodillas mientras esperaba que alguien viniera a salvarlo. Los habitantes empezaron a negociar con los hombres armados. La intervención del sacerdote local fue crucial para que no lo acribillaran.
Otro de los ataques contra el padre Fili, como lo conocen, ocurrió en octubre de 2023 mientras conducía por una carretera de la sierra, cuando 2 sujetos dispararon a su vehículo; uno de los tiros impactó una llanta y otro pasó a su lado y dio en el asiento del copiloto. «Este ataque fue un claro aviso, para hacerme saber que querían que me callara, que no denunciara, que no predicara, que no ayudara, que no practicara más la caridad», aseguró. Después del atentado, el obispo de su diócesis Chilpancingo-Chilapa, José de Jesús González, ofreció asignarlo a otro lugar para garantizar su seguridad.
El sacerdote, que consideraba un posible traslado, se volcó en los trabajos de emergencia debido a que el huracán Otis afectó la región, encargándose en las zonas afectadas por este desastre natural de la distribución de la ayuda humanitaria de Caritas. «No vivo con miedo, pero sí hay ocasiones que el temor me invade cuando el nivel de peligro empeora. Lloré muchas veces, pero me reconforta saber que no estoy solo y que Dios consuela en los momentos de angustia», enfatizó el padre José Filiberto.
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