DIÁLOGO VIVO CON SAN JUAN DE LA CRUZ: CONVERSACIONES SUBIENDO AL MONTE (32).

Continuación de Diálogo vivo con san Juan de la Cruz: Conversaciones subiendo al monte (31).

Por Silvio Pereira.

32. La purga de la voluntad

Esclarecido maestro, temo quizás que al ir seleccionando algunos textos tuyos más al compás de mi interés y oración personal, haya descuidado un tanto cierta prolijidad sistemática. Aunque en verdad no estaba prevista, pues esto se trata tan solo de un diálogo que va fluyendo entre compañeros de camino y con deseo de ilustrar un poco a quienes dan primeros pasos. Ya son muchos los entendidos que han estudiado tu obra y la han presentado didácticamente. Aquí solo vamos conversando mientras subimos al monte.

Pero a fin de poner algunas claridades me permito este breve comentario. Hasta ahora hemos estado siempre subiendo al monte de la Unión por el camino de la nada, nada y más nada. ¿Hasta ahora? Bueno, adelanto que seguiremos igual. Y vamos describiendo la acción purificadora de Dios sobre las potencias del alma. Recién terminamos de considerar el camino que hará la memoria.

«…que el alma se una con Dios según la memoria en esperanza, y que lo que se espera es de lo que no se posee, y que cuanto menos se posee de otras cosas, más capacidad hay y más habilidad para esperar lo que se espera y consiguientemente más esperanza, y que cuantas más cosas se poseen, menos capacidad y habilidad hay para esperar, y consiguientemente menos esperanza, y que, según esto, cuanto más el alma desaposesionare la memoria de formas y cosas memorables que no son Dios, tanto más pondrá la memoria en Dios y más vacía la tendrá para esperar de él el lleno de su memoria». (SMC L3, Cap. 15,1).

La desapropiación o desasimiento o renuncia —o sea lenguaje pobre y desnudo de la Cruz— es la clave constante. La memoria purgada acrecienta la virtud teologal de la esperanza. Pero antes hablamos de la purgación del entendimiento que permite fundarnos en pura fe. Obviamente trataremos de aquí en más de la purificación de la voluntad para que sea vivo el amor.

«No hubiéramos hecho nada en purgar al entendimiento para fundarle en la virtud de la fe, y a la memoria en la de la esperanza, si no purgásemos también la voluntad acerca de la tercera virtud, que es la caridad, por la cual las obras hechas en fe son vivas». (SMC L3, Cap. 16,1).

«Ir siempre quitando quereres y no sustentándolos». Ya en los inicios del camino meditamos este
axioma. Si dura parece la purificación del entendimiento en oscura fe e inquietante la desnudez de la
memoria para la esperanza… ¡cuán abrasador será el cauterio ardiente que se aplique sobre la voluntad para el amor!

«La fortaleza del alma consiste en sus potencias, pasiones y apetitos, todo lo cual es gobernado por la
voluntad… purgar la voluntad de todas sus afecciones desordenadas, de donde nacen los apetitos,
afectos y operaciones desordenadas…
Estas afecciones o pasiones son cuatro, es a saber: gozo, esperanza, dolor y temor. De manera que el
alma no se goce sino de lo que es puramente honra y gloria de Dios, ni tenga esperanza de otra cosa,
ni se duela sino de lo que a esto tocare, ni tema sino sólo a Dios» (SMC L3, Cap. 16,2).

¡Vaya tarea por delante! Poner orden en nuestras pasiones que no será desapasionarnos, aunque así lo
pareciese, sino ponerlas todas en Dios y bajo su mando.

Tremendo desafío Fray Juan para mis contemporáneos. Hoy rige un masivo culto al emocionalismo.
Desde hace tiempo un marcado anti-intelectualismo reina y se sospecha de todo aquel que piensa y
piensa demasiado. Si se considera alguna inteligencia es sobre todo la inteligencia emocional que en
teoría nos conduce a vivir bien en la práctica. La racionalidad se figura áspera y gélida como la muerte;
entonces se usa de ella como a cuenta gotas por su alta toxicidad. Y por supuesto se propugna dar libre
cauce a las pasiones. El ello freudiano es dios, lo instintivo pulsional debe ser liberado, ¡muerte al super-yo esclavista de la norma, de la razón, de la verdad y de la fe!

He pintado el panorama con sarcasmo de caricatura aunque la realidad no pasta muy lejos.
Contracorriente será decirle al hombre de la posmodernidad –líquido en su afectivismo incontrolado- que es necesario ordenarlo todo a Dios.

¿Qué el alma viva solo para la honra y gloria de Dios? ¿Qué no viva para sí misma sino para Otro? ¿Y qué lo haga en gratuidad amando a Dios por sí mismo? ¿Pues qué rédito saca?¿Qué ha sido creada por y para su Amor que la hará libre y plena?¿Qué no hallará vida fuera de Dios quien es la Vida?

Me hubiera gustado verte, hermano, como director espiritual en estos días. ¡Que te goces solo en Dios! Pues el Apóstol nos exhortaba a alegrarnos siempre en el Señor. «Yo he puesto en Ti toda mi alegría, Amado mío». «Tus planes y proyectos, tu santa voluntad son la dicha de mi corazón, Padre mío». ¡Que lo esperes todo en Dios y sobre todo lo esperes a Él mismo que viene para llevarte a su Casa! ¡Que todas tus expectativas y tus búsquedas converjan en el Señor y se aquieten saciadas a la sombra de su Alianza!

¡Y no tendrás mayor dolor que el Amor no sea amado, que el Esposo no sea recibido, que el Dios pobre y humillado en Pesebre y Cruz resulte ignorado y ofendido! ¡Y tu único temor será apartarte de sus senderos y perder su amistad porque si perseveras ofuscadamente en vivir lejos de su Presencia correrás el peligro de la muerte eterna! «Dame tu Espíritu, Señor, que me pastoree y me conduzca en Cristo a pastor tiernos y aguas transparentes pues quiero saciar el hambre y la sed de mi alma!».

«…todo el negocio para venir a unión de Dios está en purgar la voluntad de sus afecciones y apetitos, porque así de voluntad humana y baja venga a ser voluntad divina, hecha una misma cosa con la voluntad de Dios» (SMC L3, Cap. 16,3).

¡Ley de oro! Ya la hemos enunciado Fray Juan tantísimas veces: Unión con Dios es conformidad sin reserva con la voluntad divina. Que el alma quiera todo lo que Dios quiere y no quiera nada que Él no quiere. Obviamente esta Unión es un camino, un proceso creciente y elevante hasta la cumbre, si el Señor lo concede, donde el alma sea alcanzada por la pura transformación en Amor del matrimonio o desposorio espiritual. «Ir siempre quitando quereres y no sustentándolos». «Cuando reparas en algo, dejas de arrojarte al todo. Porque para venir del todo al todo has de negarte del todo en todo. Y cuando lo vengas del todo a tener, has de tenerlo sin nada querer. Porque, si quieres tener algo en todo, no tienes puro en Dios tu tesoro».

«Estas cuatro pasiones tanto más reinan en el alma y la combaten, cuanto la voluntad está menos fuerte en Dios y más pendiente de criaturas» (SMC L3, Cap. 16,4).

No dejemos de insistirlo, como ya enseñaba San Agustín con su propia confesión de vida: hay una forma de lanzarse a las criaturas bellas que Dios creó que las convierte en ídolos por nuestra afección desordenada; a ellas las opaca con la sombra de nuestro deforme pecado y a nosotros nos separa de Dios.

Es habitual que hagamos mal negocio: que intentemos adquirirnos las criaturas despreciando al Creador, olvidando la Fuente sin la cual no tendríamos nada ni siquiera a nosotros mismos. Reordenar las pasiones supondrá una tarea de integración de «todo lo nuestro» en Dios y bajo Dios. Pues «lo nuestro» que no coincida con la voluntad divina y sea incapaz de ser reorientado a ella, viene del pecado cuyo autor principal es el Demonio. Y más nos vale entrar al cielo arrancándonos un ojo o cortándonos una mano que irnos tuertos y mancos al Infierno. Más «lo nuestro» que sintoniza con Dios bajo su Ley de Alianza o está en camino de converger, en verdad es Suyo, un don que con nuestra cooperación va madurando en Gracia.

«De estas afecciones nacen al alma todos los vicios e imperfecciones que tiene cuando están desenfrenadas, y también todas sus virtudes cuando están ordenadas y compuestas.
…están tan aunadas y tan hermanadas entre sí estas cuatro pasiones del alma, que donde actualmente va la una, las otras también van virtualmente.
…si la voluntad se goza de alguna cosa, consiguientemente, a esa misma medida, la ha de esperar, y
virtualmente (va) allí incluido el dolor y temor acerca de ella; y a la medida que de ella va quitando el gusto, va también perdiendo el temor y dolor de ella y quitando la esperanza» (SMC L3, Cap. 16,5).

Lo que gozo, lo que espero, lo que sufro y lo que temo: he aquí cuatro grandes correntadas que provienen de la Fuente y corren hacia el Mar. Sin embargo a campo traviesa de la historia se van enturbiando si se miran a sí mismas y se entretienen en los paisajes. Si se olvidan de la Fuente y del Mar que son uno, principio y fin de todo lo creado, su derrotero no será otro que convertirse en aguas detenidas. Se traicionan a sí mismas fundándose en sí mismas. Del estancamiento tarde o temprano se iniciará el proceso de la evaporación.

«…dondequiera que fuere una pasión de éstas, irá también toda el alma y la voluntad y las demás potencias, y vivirán todas cautivas en la tal pasión, y las demás tres pasiones en aquélla estarán vivas para afligir al alma con sus prisiones y no la dejar volar a la libertad y descanso de la dulce contemplación y unión» (SMC L3, Cap. 16,6).

DIÁLOGO VIVO CON SAN JUAN DE LA CRUZ: CONVERSACIONES SUBIENDO AL MONTE (32).

El Padre Silvio Dante Pereira Carro es también autor del blog Manantial de Contemplación. Escritos espirituales y florecillas de oración personal y tiene el canal de YouTube @silviodantepereiracarro.

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