DIÁLOGO VIVO CON SAN JUAN DE LA CRUZ: CONVERSACIONES SUBIENDO AL MONTE (19).
Continuación de Diálogo vivo con san Juan de la Cruz: Conversaciones subiendo al monte (18).
Por Silvio Pereira.
19. Acerca de las visiones
Habiendo ya Fray Juan avisado hasta el hartazgo que hemos de apartarnos de todo gusto desordenado por lo extraordinario, tras lo cual se escabulle no poca falta de humildad y ensoñamiento de falsa gloria, clarifiquemos algunos fenómenos espirituales. Recordemos sin embargo de nuevo la importancia de no quedarse en el fenómeno en sí mismo, sino apuntar al sentido sobrenatural profundo y misterioso como a la acción que Dios quiere realizar en el alma para su transformación.
«Dos maneras de visiones pueden caer en el entendimiento: unas son de sustancias corpóreas, otras, de sustancias separadas o incorpóreas. Las de las corpóreas son acerca de todas las cosas materiales que hay en el cielo y en la tierra, las cuales puede ver el alma aun estando en el cuerpo, mediante cierta lumbre sobrenatural derivada de Dios,» (SMC L2, Cap. 24,1).
«Las otras visiones, que son de sustancias incorpóreas, no se pueden ver mediante esta lumbre derivada que aquí decimos, sino con otra lumbre más alta que se llama lumbre de gloria. …rarísimas veces acaecen y casi nunca y a muy pocos, porque lo hace Dios en aquellos que son muy fuertes del espíritu de la Iglesia y ley de Dios…» (SMC L2, Cap. 24,2-3).
Baste como distinción sin necesidad de mayores explicaciones. Las visiones —en cuanto aprehensiones que caen en el entendimiento de modo puramente espiritual— pueden ser sobre realidades corpóreas con cierta «luz sobrenatural» e incorpóreas con «luz de gloria» —en cuanto participación en aquella luz beatífica con la cual los santos contemplan a Dios en el Cielo—. Estas últimas son rarísimas y son concedidas a quienes ya están firmemente encaminados a la unión esponsal transformante y ya han madurado sólidamente su decisión por vivir solo según la Voluntad de Dios en verdadero espíritu eclesial. Sobre estas últimas nos enseñas además que:
«…aunque estas visiones de sustancias espirituales no se pueden desnudar y claramente ver en esta vida con el entendimiento, puédense, empero, sentir en la sustancia del alma con suavísimos toques y juntas, lo cual pertenece a los sentimientos espirituales…» (SMC L2, Cap. 24,4).
Pero en verdad yo quisiera destacar el tema de la «inteligencia mística», es decir cómo la unión con Dios produce «sabiduría escondida», un conocimiento tan propio del amor. Tú le llamas «inteligencia mística y confusa u oscura»:
«…mediante esta noticia amorosa y oscura, se junta Dios con el alma en alto grado y divino. Porque, en alguna manera, esta noticia oscura amorosa, que es la fe, sirve en esta vida para la divina unión, como la lumbre de gloria sirve en la otra de medio para la clara visión de Dios» (SMC L2, Cap. 24,4).
Porque no es inocuo sino de gran provecho el trato de amor con el Señor y la unión del alma a su Amado y Esposo lo ilumina todo de forma nueva, tanto como Dios quiera dejar ver en fe y espíritu. «Sabiduría o ciencia infusa» podríamos también denominarla, que no se trata exactamente de contenidos conceptualizables sino más bien de aquella «iluminación» que a veces acaece conexa a la unión de amor y que nos permite mirar por vía de la vida teologal con la mirada de Dios. Es un descubrir y comprender todas las cosas desde Dios y junto a Él.
«…como si se le abriese una clarísima puerta y por ella viese (una luz) a manera de un relámpago, cuando en una noche oscura, súbitamente esclarece las cosas y las hace ver clara y distintamente, y luego las deja a oscuras…» (SMC L2, Cap. 24,4).
Podemos señalar los efectos que deja tal inteligencia oscura en fe y amor y también por los efectos distinguirla de falsificaciones del Maligno.
«El efecto que hacen en el alma estas visiones es quietud, iluminación y alegría a manera de gloria, suavidad, limpieza y amor, humildad e inclinación o elevación del espíritu en Dios. Puede también el demonio causar estas visiones en el alma mediante alguna lumbre natural… los efectos que éstas hacen en el alma no son como los que hacen las buenas, antes hacen sequedad de espíritu acerca del trato con Dios e inclinación a estimarse, y a admitir y tener en algo las dichas visiones, y en ninguna manera causan blandura de humildad y amor de Dios» (SMC L2, Cap. 24,6-7).
Aunque estas visiones puramente espirituales son más valiosas que otras a las que nos referimos en escritos previos, el consejo acerca de cómo y cuánto ponderarlas sigue inalterable:
«Estas visiones, por cuanto son de criaturas, con quien Dios ninguna proporción ni conveniencia esencial tiene, no pueden servir al entendimiento de medio próximo para la unión de Dios. Y así, conviene al alma haberse puramente negativa en ellas, como en las demás que habemos dicho, para ir adelante por el medio próximo, que es la fe. De donde, de aquellas formas de las tales visiones que se quedan en el alma impresas, no ha de hacer archivo ni tesoro el alma, ni ha de querer arrimarse a ellas, porque sería estarse con aquellas formas, imágenes y personajes, que acerca del interior reciben, embarazada, y no iría por negación de todas las cosas a Dios» (SMC L2, Cap. 24,8).
Por tanto insistimos que el camino no es quedarse arrimado y pegoteado a los «fenómenos espirituales» sino que, como desnudándose de ellos, concentrarse en el incremento de las virtudes teologales -fe, esperanza y caridad-, que son el medio para la unión con Dios.
«…cuanto más el alma se quiere oscurecer y aniquilar acerca de todas las cosas exteriores e interiores que puede recibir, tanto más se infunde de fe, y por consiguiente, de amor y esperanza en ella, por cuanto estas tres virtudes teologales andan en uno» (SMC L2, Cap. 24,8).
Por tanto concluimos contigo con la misma enseñanza que venimos repitiendo y queriendo dejar marcada a fuego:
«Que tenga fortaleza y mortificación y amor para querer quedarse en vacío y a oscuras de todo, y fundar el amor y gozo en lo que no ve ni siente ni puede ver ni sentir en esta vida, que es Dios, el cual es incomprehensible y —está— sobre todo» (SMC L2, Cap. 24,9).
¿Qué le hace falta pues a nuestro peregrino que intenta ascender hasta la cima del monte santo? Solo una actitud perseverante:
«…desnudez espiritual y pobreza de espíritu, y vacío en fe, que es lo que se requiere para la unión del alma con Dios» (SMC L2, Cap. 24,9).
Porque todas las visiones que se tengan espiritualmente en contemplación nunca deben apagar ni distraernos del interés primordial por la única Visión que es verdaderamente necesaria y que conviene a nuestra alma y que es Salvación: la visión beatífica de Dios en la Gloria del Cielo junto a todos los santos cuando la Unión alcanzada por Gracia en la historia llegue a ser plena y eterna.
DIÁLOGO VIVO CON SAN JUAN DE LA CRUZ: CONVERSACIONES SUBIENDO AL MONTE (19).
Foto principal: Nuestra voz.
El Padre Silvio Dante Pereira Carro es también autor del blog Manantial de Contemplación. Escritos espirituales y florecillas de oración personal y tiene el canal de YouTube @silviodantepereiracarro.