Por Nicolás Lafferriere. «Yo soy una misión»: el número 273 de Evangelii Gaudium

Entre los temas que están en el corazón del mensaje del Papa Francisco podemos encontrar al n. 273 de su exhortación programática Evangelii Gaudium, que dice así:

“273. La misión en el corazón del pueblo no es una parte de mi vida, o un adorno que me puedo quitar; no es un apéndice o un momento más de la existencia. Es algo que yo no puedo arrancar de mi ser si no quiero destruirme. Yo soy una misión en esta tierra, y para eso estoy en este mundo. Hay que reconocerse a sí mismo como marcado a fuego por esa misión de iluminar, bendecir, vivificar, levantar, sanar, liberar. Allí aparece la enfermera de alma, el docente de alma, el político de alma, esos que han decidido a fondo ser con los demás y para los demás. Pero si uno separa la tarea por una parte y la propia privacidad por otra, todo se vuelve gris y estará permanentemente buscando reconocimientos o defendiendo sus propias necesidades. Dejará de ser pueblo”.

Este pasaje expresa con particular fuerza la llamada que el Papa realiza a todos los católicos para que no tengan una existencia dividida, para que salgan de la conciencia aislada (EG 2), para que se resistan a la abrumadora oferta de consumo (EG 2) y entren en un dinamismo donde toda la propia vida sea puesta en clave de misión.

A su vez, esa apelación a la dimensión misionera de la vida no busca que el cristiano se evada de sus responsabilidades y se vaya del mundo. Al contrario, se trata de vivir a fondo la vocación propiamente laical, la vocación por estar en el mundo y tratar de que se cumpla en el mundo el plan de Dios. Así, el Papa Francisco encuentra nuevas maneras de seguir repitiendo la gran enseñanza del Concilio Vaticano II sobre la vocación y misión de los laicos (Lumen Gentium 31).

Para los jóvenes

Es significativo que en la exhortación post-sinodal Christus Vivit (2019), el Papa Francisco haya retomado expresamente este número 273 de Evangelii Gaudium. En efecto, en Christus Vivit dedica un apartado a la vocación misionera a la que define como “ser para los demás” y dice:

“254. Esta vocación misionera tiene que ver con nuestro servicio a los demás. Porque nuestra vida en la tierra alcanza su plenitud cuando se convierte en ofrenda. Recuerdo que «la misión en el corazón del pueblo no es una parte de mi vida, o un adorno que me puedo quitar; no es un apéndice o un momento más de la existencia. Es algo que yo no puedo arrancar de mi ser si no quiero destruirme. Yo soy una misión en esta tierra, y para eso estoy en este mundo» (EG 273). Por consiguiente, hay que pensar que: toda pastoral es vocacional, toda formación es vocacional y toda espiritualidad es vocacional.”

En este capítulo, el Papa enfatiza que “este ‘ser para los demás’ en la vida de cada joven, normalmente está relacionado con dos cuestiones básicas: la formación de una nueva familia y el trabajo” (CV 258).

En efecto, es habitual que muchos jóvenes se vean abrumados por dos grandes preocupaciones en su futuro: la familia y el trabajo. El Papa señala que así lo confirman diversas encuestas y por eso se detiene a tratar este asunto.

Así, en el n. 273 de Christus Vivit, hablando de la dimensión del trabajo, va a retomar las mismas ideas que en EG 273. En efecto, leemos en Christus Vivit:

“273. Cuando uno descubre que Dios lo llama a algo, que está hecho para eso –sea la enfermería, la carpintería, la comunicación, la ingeniería, la docencia, el arte o cualquier otro trabajo– entonces será capaz de hacer brotar sus mejores capacidades de sacrificio, de generosidad y de entrega. Saber que uno no hace las cosas porque sí, sino con un significado, como respuesta a un llamado que resuena en lo más hondo de su ser para aportar algo a los demás, hace que esas tareas le den al propio corazón una experiencia especial de plenitud. Así lo decía el antiguo libro bíblico del Eclesiastés: «He visto que no hay nada mejor para el ser humano que gozarse en su trabajo» (Qo 3,22)”.

Nuevamente aparece la idea de toda la vida, en este caso laboral, entendida como vocación. Y desde el llamado de Dios se abre la generosidad de la entrega que da sentido a la vida.

También en el Mensaje para la Jornada Mundial de las Vocaciones 2018, Francisco había reiterado esta propuesta de concebir toda la vida como misión:

“Cada hombre y mujer es una misión, y esta es la razón por la que se encuentra viviendo en la tierra. Ser atraídos y ser enviados son los dos movimientos que nuestro corazón, sobre todo cuando es joven en edad, siente como fuerzas interiores del amor que prometen un futuro e impulsan hacia adelante nuestra existencia. Nadie mejor que los jóvenes percibe cómo la vida sorprende y atrae. Vivir con alegría la propia responsabilidad ante el mundo es un gran desafío. Conozco bien las luces y sombras del ser joven, y, si pienso en mi juventud y en mi familia, recuerdo lo intensa que era la esperanza en un futuro mejor. El hecho de que estemos en este mundo sin una previa decisión nuestra, nos hace intuir que hay una iniciativa que nos precede y nos llama a la existencia. Cada uno de nosotros está llamado a reflexionar sobre esta realidad: «Yo soy una misión en esta tierra, y para eso estoy en este mundo»”

Cuando pensamos en las dificultades que supone la vida de fe en nuestro tiempo podemos sentirnos abrumados y derrotados. Pero cuando nos abrimos a la fe en Cristo muerto y Resucitado, descubrimos el dinamismo de amor de Dios que quiere purificar y llevar a cumplimiento el plan de amor de Dios, que quiere que todos entremos a participar de la comunión trinitaria. Dentro de ese dinamismo de amor estamos llamados los laicos a sumarnos con la entrega total de nuestra vida, de modo que ayudemos a que se cumpla el plan de Dios, por la acción del Espíritu Santo en nosotros. Que unidos a Jesús podamos decir: “Yo soy una misión”.

@nlafferriere

Publicado originalmente en @tevangelizar

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