Rosalind Arokiaswami, religiosa misionera en Birmania de las Hermanas del Niño Jesús, indicó que «Dios me animaba a estar preparada para sufrir con mi pueblo», al indicar que decidió permanecer en el país del Sudeste Asiático, junto a la gente, pese a la situación que atraviesan tras el golpe de Estado en febrero de 2021, con el que la junta militar destituyó al gobierno civil dirigido por Aung San Suu Kyi
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«Sabía que mi visado podía ser retirado y por tanto corría el riesgo de ser enviada de regreso a mí país. Y, al mismo tiempo, debía ser muy prudente en mi forma de hablar, por el peligro de ser denunciada ante las autoridades. Después de haber pasado la fatiga de integrarme en esta nueva realidad y aprender una lengua, que no conocía, llegó otra prueba. Dios me animaba a estar preparada para sufrir con mi pueblo, el mismo que Él me había confiado», aseguró la religiosa en Birmania. «A veces me pregunto si tengo la confianza en que Dios no nos decepcionará. Esta situación ha sido una auténtica prueba para mi fe», reflexionó.
La monja consideró que siempre hay una medicina. «Dios me mete en situaciones para que yo le demuestre mi fidelidad. Afrontando problemas, que no había vivido nunca, descubrí que el amor de Dios es nuestra única seguridad. Cuando vi que ya no había vuelta atrás, decidí que estaba preparada para dar mi vida por la gente, sobre todo, por los pobres. Con esta iluminación, de una forma inexplicable y providencial, sentí dentro de mí una paz, que no había experimentado antes. Entendí al beato Barre cuando pedía a sus maestras que vivieran ‘con’ y ‘entre’ los pobres. ‘Estar con ellos’. Es todo lo que se espera de nosotras», ratificó Rosalind Arokiaswami, de las Hermanas del Niño Jesús.
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