Los miembros de una comunidad cristiana de Irak celebran la Pascua en su iglesia restaurada por primera vez desde la invasión de Estado Islámico. El templo de San Kyriakos abrió las puertas para los servicios litúrgicos después de casi 8 años, cuando el edificio fue profanado por militantes del Estado Islámico. En el 2014, islamistas entraron en la iglesia católica caldea de San Kyriakos en Batnaya, decapitaron estatuas y destrozaron el altar.
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La iglesia de San Kyriakos y la capilla aledaña fueron el punto central del plan de restauración de Ayuda a la Iglesia Necesitada, que aportó 242.000 euros. Un equipo de evaluación de proyectos de la fundación pontificia visitó Batnaya el mes pasado y comprobó que las obras estaban a punto de finalizar. Las obras se detuvieron durante la Semana Santa para permitir que realizaran las ceremonias litúrgicas, las primeras desde agosto de 2014. La Vigilia Pascual, celebrada el sábado 16 de abril, contó con la participación de más de 500 personas. «Todos estábamos muy contentos de venir a la iglesia a las celebraciones por Pascua. Trabajamos mucho para llegar a este punto y el lugar estaba tan lleno que había gente en los pasillos», precisó Basim, diácono de la parroquia.
El obispo auxiliar de Alqosh, Thabet Al Mekko, precisó que la iglesia de San Kyriakos es una de las más grandes de la diócesis, y agradeció a Ayuda a la Iglesia Necesitada por el apoyo brindado en la iglesia restaurada en la que los fieles celebran la Pascua. Tras la invasión de 2014, los yihadistas utilizaron las imágenes sagradas situadas sobre el altar para hacer prácticas de tiro e hicieron pintadas anticristianas en las paredes de la capilla de la Inmaculada Concepción que estaba cerca. «Oh, esclavos —improperios— de la Cruz, los mataremos a todos… Sucios, no deben estar aquí», fueron los lemas, algunos en alemán. Incluso las lápidas del cementerio cercano estaban hechas pedazos. Cuando el Estado Islámico fue derrotado y la ciudad fue declarada libre de violencia, Batnaya había sido prácticamente arrasada. De este modo, se convirtió en la ciudad más afectada de las ciudades y pueblos cristianos de la Llanura de Nínive.
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