El cardenal y arzobispo de Rangún, Charles Maung Bo, precisó que «ya es suficiente, mi querida Birmania», tras precisar que el país se convirtió en «un valle de lágrimas», frente a la situación que atraviesan después de 10 meses del golpe de Estado que derrocó al gobierno civil de Aung San Suu Kyi, en su reciente mensaje de Adviento. Las organizaciones de derechos humanos calculan que desde el golpe militar de febrero pasado fueron asesinadas 1.500 personas y que otras 4.000 están en la cárcel. Los militares atacaron algunas iglesias cristianas, tanto católicas como evangélicas.
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«No es una sorpresa. Todos en Birmania sabían desde el principio que la habrían condenado. Y todos sabemos que las acusaciones en su contra no corresponden a la realidad», indicó el purpurado en el diario italiano ‘Avvenire’ esta misma semana, después que el 6 de diciembre pasado un tribunal de Naypyidaw condenó a 4 años de prisión a la líder opositora Aung San Suu Kyi. Aung, de 76 años, debe ser aún juzgada por otros 10 delitos y se enfrenta a una posible condena de hasta 100 años. «Ya es suficiente, mi querida Birmania», aseguró el cardenal Bo, en su mensaje en el que recuerda que la Navidad es una época de introspección tanto «para los que sólo creen en la violencia» como para «sus víctimas». «Los que inician activamente la violencia y creen en la tortura sádica y el asesinato son la causa principal de este valle de lágrimas», aseveró.
Denunció que su país es «una tierra donde la muerte violenta se convirtió en la norma». «La repugnante violencia de los últimos 10 meses ofendió la sensibilidad del mundo. Sin embargo, no aceptamos el mal de la desesperación y el odio. Con Jesús queremos proclamar: ¡que haya paz! Manténganse firmes en la verdad: manténganse firmes en el amor… Como cristianos buscamos orientación en la Palabra de Dios y en la inspiración del Espíritu Santo. Cristo es nuestro líder. Su nacimiento, su vida y su mensaje de esperanza deben guiarnos. El Adviento nos dice: Cristo apareció en ese contexto de caos y odio. Fue víctima de la arrogancia del Imperio Romano. La muerte y las masacres eran la norma cuando él era un niño. El genocidio de los niños ocurrió cuando Herodes decidió matar a todos los pequeños. Jesús era un refugiado. Herodes fracasó; Pilato fracasó. Sin embargo, el Amor encarnado, en ese sencillo pesebre, nacido de gente pobre como la nuestra, venció», reflexionó el prelado.
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