LA SALVACIÓN ES UN DON DE DIOS.

Por Rubén Revello.

Pablo, celoso cumplidor de la ley

Pablo había sido un judío de estricta observancia. De esos judíos fariseos que habían puesto su acento en el cumplimiento de los mandamientos. Lo cual no está mal, pero pensaban que la salvación dependía de su capacidad de cumplir los mandamientos. Entonces, en vez de progresar haciendo el bien siempre tenían su acento, su atención en escapar de la culpa. Eso generaba una forma de vínculo con Dios, una religiosidad generadora de culpas. Porque uno está atento al mal que tiene que evitar. Es muy difícil avanzar con miedo. Cuando el miedo se reafirma porque uno hizo algo que no es correcto, sea por debilidad, sea por maldad, sea por lo que fuera, cuando uno no cumplió lo que se espera, falla. Y ese fallo lo expone ante un concepto de Dios juez terrible. Un Dios que está esperando tu error para castigarte. Esta es una forma de religiosidad.

La salvación es un don gratuito de Dios

Cuando san Pablo, que vivió en la obsesión por no cometer pecado descubre a Cristo, descubre que sigue siendo pecador, pero como ahora la salvación no está solamente en manos de él sino en la gracia de Dios, descubre una gran libertad. Y deja de obsesionarse por el pecado para empezar a trabajar más en el gozo del seguimiento de Cristo. Esto cambia la forma de ver la relación con Dios.

La actitud de los hijos de Dios

Una cosa es trabajar junto con quien me ama y otra cosa es hacer las cosas atados al yugo del temor del castigo. La actitud interior es totalmente distinta. Una es de esclavos que esperan el latigazo en cualquier momento, el otro es de hijos que siguen amorosamente a su padre con entusiasmo. Entre la culpa y el temor y la libertad y el amor, la diferencia interior es profundísima en el corazón de la persona. La verdadera religión no tiene que generar culpas.

Cristo vino a salvar a los pecadores

Escuchen a Pablo de nuevo: Es doctrina cierta y digna de fe —está hablando de una revelación; es que el Apóstol recibe de Dios una revelación particular— Cristo vino a salvar a los pecadores y yo soy el peor de ellos. Por lo tanto, la misión de Cristo tiene como meta rescatarme de mi pecado. Si encontré misericordia fue para que Cristo demostrara en mí toda su paciencia poniéndome como ejemplo de los que van a creer en él para alcanzar la vida eterna. Por eso san Pablo da un vuelco. Su corazón descubre una forma nueva de relación con Dios. Ahora la religión no es para él una especie de brete, de corset que lo aprieta por todos lados. Ahora la religión es expansión de quién trabaja en la libertad, como dice él, de los hijos de Dios.

La misericordia de Dios genera alabanza

Por eso el salmo gritaba la alabanza. Alabemos todos al Señor, alabemos el nombre del señor. Y ¿por qué hay que alabarlo? Porque Él levanta del polvo al desvalido y alza al pobre de su miseria. La alabanza de Dios es que Dios se aviene a nosotros para ofrecernos misericordia, para ofrecernos la salvación. Por lo tanto, la relación profunda con Dios no consiste tanto en el minucioso, obsesivo, temeroso y esclavizante cumplimiento de la ley sin el descubrimiento en la asunción de la propia fragilidad y la confianza puesta en un Dios que viene a traernos la salvación.

LA SALVACIÓN ES UN DON DE DIOS.

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