La diócesis de Veracruz lleva adelante una serie de eventos conmemorativos por los 500 años de la llegada de «los 12 apóstoles franciscanos» a México, del viernes 24 al lunes 27 de mayo, con la presencia del italiano Massimo Fusarelli, ministro general de la Orden Franciscana de los Frailes Menores (OFM), para destacar la histórica expedición religiosa de 1524.
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Las tropas españolas lideradas por Hernán Cortés desembarcaron en México, en 1519, donde 5 sacerdotes castrenses se encargaron del servicio pastoral: 2 mercedarios, Bartolomé de Olmedo, capellán de Cortés, y Juan de las Varillas; el clérigo Juan Díaz, quien también fue cronista; y 2 franciscanos, fray Pedro Melgarejo y fray Diego Altamirano, primo de Cortés. La llegada de los frailes misioneros fue crucial para consolidar la evangelización. En 1523, la primera expedición franciscana hacia Nueva España se estaba gestando. El Padre General de la orden franciscana, fray Francisco de los Ángeles, seleccionó a los 12 apóstoles franciscanos para la expedición.
Fray Martín de Valencia, superior de la provincia franciscana de San Gabriel en Extremadura, lideró el grupo, acompañado de los frailes Francisco de Soto, fray Martín de Jesús, Juan Suárez, Antonio de Ciudad Rodrigo, Toribio de Benavente, García de Cisneros, Luis de Fuensalida, Juan de Ribas, Francisco Jiménez, junto a los frailes legos Andrés de Córdoba y Juan de Palos. Los 12 partieron el 25 de enero de 1524 de Sanlúcar de Barrameda, al llegar a Puerto Rico tras 27 días. Después de 6 semanas en Santo Domingo, llegaron a San Juan de Ulúa, cerca de Veracruz, el 13 de mayo.
Hernán Cortés exigió que los caminos fueran barridos y que los frailes fueran recibidos con campanas, cruces, velas encendidas y mucho respeto. Los frailes se dirigieron a pie y descalzos hacia la Ciudad de México. Los religiosos, desprovistos de la arrogancia de los primeros conquistadores, se ganaron el afecto y la confianza de los indígenas. Vivían en pobreza, donde compartían las mismas condiciones de vida que los nativos, lo cual generó un vínculo fuerte y sincero para la conversión.
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