SOY MANSO Y HUMILDE DE CORAZÓN.
Por Mario Ortega.
Mt 11, 25-30. Soy manso y humilde de corazón. 15 de octubre. Santa Teresa de Jesús.
En aquel tiempo, exclamó Jesús:
-«Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a la gente sencilla. Sí, Padre, así te ha parecido mejor. Todo me lo ha entregado mi Padre, y nadie conoce al Hijo más que el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar. Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Cargad con mi yugo y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis vuestro descanso. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera».
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El Amigo que nos ofrece descanso
- Hoy nos encontramos con una de las invitaciones más entrañables de Jesús a cada uno de nosotros: Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados y yo os aliviaré; aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón y encontraréis vuestro descanso. Son las palabras de un buen amigo, del mejor Amigo, que quiere el consuelo y el descanso de los que ama, y para ello lo da todo, se da todo entero. Quiere y puede darnos esa paz del alma, porque es el Dios Salvador que nos ha sacado con su muerte y resurrección del poder del mal sobre nosotros.
- «Con tan buen amigo presente, con tan buen capitán, que se puso en lo primero en el padecer, todo se puede sufrir», nos recuerda hoy Santa Teresa de Jesús. Pocas personas como ella nos han hablado tan preciosamente de la amistad con Jesús. Es la clave de la santidad: ser amigos fuertes de Dios. Los amigos de Jesús son los que se hacen, como Él en la Encarnación y en la Pasión, pequeños y sencillos, de manera que pueden descubrir esa sabiduría de Dios que es la que nos hace felices, ya en este mundo. Porque la verdadera amistad es felicidad, y si es con Dios, felicidad infinita. Que llegará a su plenitud en la vida eterna.
- Es hoy, fiesta de Santa Teresa, día para gozar de la amistad con Jesús, para añadir todos en nuestro nombre y en nuestro corazón, como ella, ese apellido: «de Jesús». Soy Teresa de Jesús, le dijo ella en una de las visiones que tuvo la Santa. Y escuchó como el Señor le respondía: «Y yo soy Jesús de Teresa».