SANTA MÓNICA.

Por Juan María Gallardo.

Fiesta: 27 de agosto.

«Enterrad este mi cuerpo donde queréis, ni os preocupa más su cuidado. Una sola cosa os pido, que os acordéis de mí ante el altar del Señor, en cualquier lugar donde os hallareis». Así decía poco antes de morir a sus hijos y demás deudos aquella mujer que fue Santa Mónica, modelo de esposas, madres, suegras y nueras.

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Y su ínclito hijo, el Doctor de Hipona, San Agustín, escribió en sus Confesiones: «Yo le cerré los ojos. Una inmensa tristeza inundó mi corazón presto a enmudecer en lágrimas, pero mis ojos, bajo el mandato imperioso de mi voluntad, las contenían hasta el punto de secarse… La muerte de mi madre no tenía nada de lastimoso y no era una muerte total: la pureza de su vida lo atestiguaba, y nosotros lo creíamos con una fe sincera y por razones seguras» (Conf. IV, 9-11).

Nació en Tagaste al final del imperio Romano, de padres ricos pero venidos a menos. Eran cristianos y la educaron en la fe en Jesucristo, pero quien más influyó en su educación fue una criada que ya había educado a su mismo padre, lo que indica la gran influencia que como ama de casa tenía en aquella familia.

SANTA MÓNICA.

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