SALUD INTEGRAL DEL PRESBÍTERO Y FORMACIÓN PERMANENTE (2).

Por Alejandro Antonio Zelaya.

El hecho de que el psicólogo sea considerado parte del equipo de formación permanente, o bien que ocupe el rol de un consultor externo, no es tan esencial, siempre y cuando, se tenga en cuenta que el profesional de la psicología debe entender las características de la vocación sacerdotal, la vida ministerial, sus etapas a lo largo de la vida del presbítero y todo lo que implica la vida pastoral con sus matices y acentos de acuerdo a los lugares, comunidades, actividades y encargos a la que es llamado el presbítero por parte de su obispo. Unida a su profesionalidad, debe abrirse el psicólogo a la sabiduría del Espíritu. Esto requiere una formación específica por parte del profesional de la psicología.

No debemos nunca olvidar las palabras de san Juan Pablo II a los participantes en la Sesión Plenaria de la Congregación para la Educación Católica el 4 de febrero de 2002: «Conviene promover la preparación de psicólogos expertos que, además de alcanzar un buen nivel científico, logren una comprensión profunda de la concepción cristiana sobre la vida y la vocación al sacerdocio, para que puedan contribuir de forma eficaz a la integración necesaria entre la dimensión humana y la sobrenatural».

La formación de los sacerdotes que integran los Equipos de Formación Permanente

A su vez, los sacerdotes que integran los equipos de formación permanente deben tener una adecuada formación, la cual les permitirá prevenir, hacer un claro discernimiento de las necesidades, disfunciones, posibles enfermedades, y actuales patologías en un presbiterio, sea con un grupo de presbíteros y/o un sacerdote en particular. Son imprescindibles las cualidades personales de la escucha atenta y acompañamiento; poder dialogar e intercambiar con el profesional de la psicología como también con el obispo. Algunas veces será necesario reunirse para intercambiar todos su parecer y ‘juntos’, desde un mirada sinodal, y en pos del bien integral del o los presbíteros, coordinar acciones o proyectos de atención y acompañamiento. Esto es sumamente importante.

A veces hay valoraciones y decisiones que el obispo está llamado a tomar y es necesaria una profunda y abarcadora comprensión de la persona del o de los sacerdotes de su presbiterio antes de llegar a una decisión, sea un encargo pastoral, el tratamiento de una enfermedad, una misión ordinaria o extraordinaria, etc. El obispo también con esta mirada desde la salud integral está llamado, como padre, amigo y hermano de sus presbíteros, a conocer y entender profundamente su historia, sus carismas, sus fortalezas y debilidades, logros y dificultades, dones, talentos y anhelos. Él mismo a su vez como obispo, y persona humana que es, también los tiene: una historia, carismas, fortalezas, debilidades, anhelos… Y además él mismo como Padre y Pastor de una diócesis la mirará y contemplará a la misma con una historia propia, con sus logros y heridas, como Iglesia que es Madre que cura y que también necesita de sanación como todo hospital de campaña: la Iglesia diocesana contemplada como hospital que ‘cura con Cristo Médico’ y ‘se deja curar también por Cristo Médico’.

Además, es fundamental poder discernir lo siguiente: Así como se pide que los formadores de la etapa inicial en el seminario estén actualizados y formados en cuanto a una profunda comprensión de la persona humana para quien se va formando ‘en vistas’ al ministerio ordenado, cuánto más aún todavía se requiere que los formadores en la formación permanente del ministro ‘ya ordenado’ estén bien formados, actualizados y especializados. Esto sin duda redundará en beneficio no sólo del formando, que es todo ministro ya ordenado considerado en cualquier etapa de su vida cronológica y ministerial. Así el hermano sacerdote será considerado desde una mirada más específicamente fraterna, a la cual estamos llamados más aún en estos tiempos de Fratelli Tutti: el sacerdote como otro hermano que debe ser alentado, sostenido, curado en sus heridas, abrazado por la Iglesia Madre que también es hospital de campaña.

El padre Alejandro Antonio Zelaya es licenciado en Psicología y miembro del Equipo de Formación Permanente del Clero de la diócesis de Avellaneda-Lanús.

SALUD INTEGRAL DEL PRESBÍTERO Y FORMACIÓN PERMANENTE (2).

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