Los obispos de Austria indicaron que «quien expresa el deseo de morir no necesita ayuda para suicidarse, sino cercanía humana, alivio del dolor, afecto y apoyo», tras manifestar su consternación por la sentencia con la que recientemente el Tribunal Constitucional despenalizó el suicidio asistido, mientras sigue vigente la prohibición de la eutanasia. Los prelados insistieron en la necesidad de apuntar a los cuidados paliativos, al reiterar su total oposición a la atenuación de las normas actuales en el país europeo.
El presidente de la Conferencia Episcopal Austríaca, Franz Lackner, aseveró que es una decisión que representa una ruptura cultural con la anterior protección incondicional de las personas al final de la vida y que «la Iglesia no puede aceptar». «Hasta ahora, cada persona en Austria podía presumir que su vida era considerada incondicionalmente preciosa, hasta la muerte natural. Con su decisión, el Tribunal Supremo eliminó una base esencial de este consenso», denunció Lackner. «Cuando se ofrece la opción de quitarse la vida con el apoyo de otros en situaciones de crisis como una enfermedad grave o la vejez, aumenta la presión sobre los enfermos y los ancianos para que la utilicen», lamentó.
Für die katholische #Bischofskonferenz ist das #Sterbehilfe-Erkenntnis des Verfassungsgerichtshofes ein Kulturbruch mit dem bisherigen bedingungslosen Schutz des Menschen am Lebensende. https://t.co/YV1Lu9PcFA
— Kathpress (@Kathpress_Wien) December 11, 2020
Recordó que la experiencia de Suiza y otros países en los que ya se permite el suicidio asistido demostró «de manera sorprendente que el número de suicidios está aumentando considerablemente, especialmente entre los ancianos». «El suicidio se presenta como una decisión autodeterminada. Pero lo que se pasa por alto es que la decisión de quitarse la vida es una trágica expresión de desesperación. Quien expresa el deseo de morir en una situación de crisis existencial como la enfermedad y el cansancio de vivir no necesita ayuda para suicidarse, sino cercanía humana, alivio del dolor, afecto y apoyo», afirmó el prelado, al recordar el compromiso de muchas instituciones de la Iglesia para asegurar cuidados paliativos. «Todos —en Austria— deberían saber que su vida es preciosa», imploró.
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