TEMA 19: LA RESURRECCIÓN DE LA CARNE.
Continuación de La Doctrina Social de la Iglesia.
Por Juan María Gallardo.
Al final del Símbolo de los Apóstoles la Iglesia proclama: «Creo en la resurrección de la carne y en la vida eterna». En esta fórmula se contienen, brevemente enunciados, los elementos fundamentales de la esperanza escatológica de la Iglesia, es decir, de lo que espera el hombre al final de su vida. La base de la esperanza cristiana es la promesa divina.
Presentación de tema 19: La resurrección de la carne
La fe en la resurrección
En muchas ocasiones la Iglesia ha proclamado su fe en la resurrección de todos los muertos al final de los tiempos. Se trata de algún modo de la «extensión» de la Resurrección de Jesucristo, el primogénito entre muchos hermanos (Rm 8,29), a todos los hombres, justos y pecadores, que tendrá lugar cuando Él venga al final de los tiempos para juzgar a vivos y a muertos. Con la muerte, como sabemos, el alma se separa del cuerpo, pero con la resurrección, cuerpo y alma se unen de nuevo entre sí en la gloria, para siempre (cf. Catecismo, 997). El dogma de la resurrección de los muertos, al mismo tiempo que habla de la plenitud de vida inmortal a la que está destinado el hombre, se presenta como un vivo recuerdo de su dignidad, especialmente en su vertiente corporal. Habla de la bondad del mundo, del cuerpo, del valor de la historia vivida día a día, de la vocación eterna de la materia. Por ello, contra los gnósticos del II siglo, los Padres de la Iglesia han insistido en la resurrección de la carne, es decir de la vida del hombre en su materialidad corpórea.
Santo Tomás de Aquino considera que la resurrección de los muertos es natural en lo que se refiere al destino del hombre —porque el alma inmortal está hecha para estar unida al cuerpo, y viceversa—, pero es sobrenatural respecto a Dios que es quien lo lleva a cabo (Summa Contra Gentes, IV, 81), es decir, natural en cuanto a la «causa final», sobrenatural en lo que se refiere a la «causa eficiente».
El cuerpo resucitado será real y material; pero no terreno, ni mortal. San Pablo se opone a la idea de una resurrección como transformación humana dentro de la historia, y por ende habla del cuerpo resucitado como «glorioso» (cf. Flp 3,21) y «espiritual» (cf. 1 Co 15,44). La resurrección del hombre, como la de Cristo, tendrá lugar, para todos, después de la muerte, al final de los tiempos.
La Iglesia no promete a los cristianos una vida de éxito seguro en esta tierra, lo que se llama una utopía, pues nuestra vida terrena está siempre marcada por la Cruz. Al mismo tiempo, por la recepción del Bautismo y de la Eucaristía, el proceso de la resurrección ha comenzado ya aquí en la tierra de algún modo (cf. Catecismo, 1000). Según Santo Tomás, en el estado resucitado, el alma informará el cuerpo tan profundamente, que en éste quedarán reflejadas todas sus cualidades morales y espirituales (Summa Theologiae, III. Suppl., qq. 78-86). En este sentido la resurrección final, que tendrá lugar con la venida de Jesucristo en la gloria, hará posible el juicio definitivo de vivos y muertos.
Fragmento del texto original de Tema 19: La resurrección de la carne.
- (1) Libro electrónico «Síntesis de la fe católica», que aborda algunas de las principales verdades de la fe. Son textos preparados por teólogos y canonistas con un enfoque primordialmente catequético, que remiten a la Sagrada Escritura, el Catecismo de la Iglesia Católica, las enseñanzas de los Padres y el Magisterio.
TEMA 19: LA RESURRECCIÓN DE LA CARNE.