LA PETICIÓN MÁS HUMILDE DEL EVANGELIO

Por Mario Ortega.

Mt 15, 21-28. Mujer, qué grande es tu fe. Miércoles XVIII semana del TO

En aquel tiempo, Jesús salió y se retiró al país de Tiro y Sidón. Entonces una mujer cananea, saliendo de uno de aquellos lugares, se puso a gritarle:

-Ten compasión de mí, Señor, Hijo de David. Mi hija tiene un demonio muy malo.

Él no le respondió nada. Entonces los discípulos se le acercaron a decirle:

-Atiéndela, que viene detrás gritando.

Él les contestó:

-Sólo me han enviado a las ovejas descarriadas de Israel.

Ella los alcanzó y se postró ante él, y le pidió de rodillas:

-Señor, socórreme.

Él le contestó:

-No está bien echar a los perros el pan de los hijos.

Pero ella repuso:

-Tienes razón, Señor; pero también los perros se comen las migajas que caen de la mesa de los amos.

Jesús le respondió:

-Mujer, qué grande es tu fe: que se cumpla lo que deseas.

En aquel momento quedó curada su hija.

La petición más humilde del Evangelio

1. La cananea que se presenta ante Jesús gritándole por la curación de su hija, es la escena que inspira nuestro día hoy. Esta mujer no pertenece al pueblo judío, sin embargo, acude al Señor llena de confianza: Ten compasión de mí, Hijo de David. Mi hija tiene un demonio muy malo. Jesús sorprendentemente no respondió nada. Hasta los mismos apóstoles se compadecieron de ella y le pidieron a Jesús por favor que la atendiera. La mujer, por su parte, insistió: Señor, socórreme.

2. La respuesta de Jesús fue más dura aún que su silencio primero: No está bien echar a los perros el pan de los hijos. Tremenda prueba para la fe de esta madre, que sin embargo, responde: Tienes razón, Señor, pero también los perros se comen las migajas que caen de la mesa de su señor. Creo que es, sin duda, la petición más humilde de todo el Evangelio. Primero se pudo sentir ninguneada por Jesús, después despreciada. Y sin embargo, su humildad logró arrancar a Jesús el milagro que pedía.

3. Dios nos pone a prueba muchas veces para mejorar esas virtudes que Él mismo nos infunde e inspira. La humildad que hoy nos muestra la mujer cananea y que sorprendió al mismo Jesús, es la llave para hacer verdaderamente auténtica y eficaz nuestra oración. Mujer, qué grande es tu fe. Que se cumpla lo que deseas. En aquel momento, quedó curada su hija.

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