LA PENITENCIA (2DA PARTE).

Por Juan María Gallardo.

Eucaristía y Penitencia

– La conversión y la penitencia diarias
encuentran su fuente y su alimento
en la Eucaristía,

* pues en ella se hace presente el sacrificio
de Cristo que nos reconcilió con Dios;

* por ella son alimentados y fortificados
los que viven de la vida de Cristo;

* es el antídoto que nos libera de
nuestras faltas cotidianas y nos
* preserva de pecados mortales.

Presentación de La Penitencia (2da parte) 

– La lectura de la Sagrada Escritura,
– la oración de la Liturgia de las Horas
– y del Padre Nuestro, todo
– acto sincero de culto
– o de piedad
– reaviva en nosotros
– el espíritu de conversión
– y de penitencia y
– contribuye al perdón de
nuestros pecados.

– Los tiempos y los días de penitencia
a lo largo del año litúrgico
* —el tiempo de Cuaresma,
*cada viernes en memoria
de la muerte del Señor—
* son momentos fuertes de la
* práctica penitencial de la Iglesia.

– Estos tiempos son particularmente
apropiados para:
* los ejercicios espirituales,
* las liturgias penitenciales,
* las peregrinaciones como
signo de penitencia,
* las privaciones voluntarias
* como el ayuno y la limosna,
* la comunicación cristiana de bienes
—obras caritativas y misioneras—.

El proceso
de la conversión y
de la penitencia
* fue descrito maravillosamente por Jesús
* en la parábola llamada «del hijo pródigo»,
* cuyo centro es «el Padre misericordioso»:
* la fascinación de una libertad ilusoria,
* el abandono de la casa paterna;
* la miseria extrema en que el hijo se
encuentra tras haber dilapidado su fortuna;
* la humillación profunda de verse obligado
a apacentar cerdos, y peor aún, la de desear
* alimentarse de las algarrobas que comían los cerdos;
* la reflexión sobre los bienes perdidos;
* el arrepentimiento y
* la decisión de declararse culpable,
* el camino del retorno;
* la acogida generosa del padre;
* la alegría del padre:
* todos estos son rasgos propios
* del proceso de conversión.

– El mejor vestido,
– el anillo y
– el banquete de fiesta
– son símbolos de esta vida
– nueva, pura, digna, llena de alegría
– que es la vida del hombre
– que vuelve a Dios y
– al seno de su familia,
– que es la Iglesia.

– Sólo el corazón de Cristo
– que conoce las profundidades
– del amor de su Padre,
– pudo revelarnos el abismo
– de su misericordia
– de una manera tan llena de
simplicidad y de belleza.

f) El sacramento de la Penitencia y de la Reconciliación

– El pecado es, ante todo,
* ofensa a Dios,
* ruptura de la comunión con él.
– Al mismo tiempo, atenta contra
* la comunión con la Iglesia.

– Por eso la conversión implica a la vez
* el perdón de Dios y
* la reconciliación con la Iglesia,
* que es lo que expresa y realiza litúrgicamente
* el sacramento de la Penitencia
y de la Reconciliación.

Sólo Dios perdona el pecado

– Sólo Dios perdona los pecados.

«El Hijo del hombre tiene poder de
perdonar los pecados en la tierra».

– Y ejerció ese poder divino:
«Tus pecados están perdonados».

– En virtud de su autoridad divina,
Jesús confirió este poder a los hombres
para que lo ejerzan en su nombre.

– Cristo quiso que toda su Iglesia,
tanto en su oración como en
su vida y su obra, fuera el
signo y el instrumento del
perdón y de la reconciliación
que nos adquirió al precio de su sangre.

– Confió el ejercicio del poder de absolución
* al ministerio apostólico,
* que está encargado del ministerio
* de la reconciliación.

– El apóstol es enviado
«en nombre de Cristo», y
«es Dios mismo» quien, a través
de él, exhorta y suplica:
«Dejaos reconciliar con Dios».

Reconciliación con la Iglesia

– Durante su vida pública,
Jesús no sólo perdonó los pecados,
también manifestó el efecto de este perdón:

a los pecadores que son perdonados
los vuelve a integrar en la comunidad
del pueblo de Dios, de donde el pecado
los había alejado o incluso excluido.

– Jesús admite a los pecadores a su mesa.

– Él mismo se sienta a su mesa: un gesto
que expresa de manera conmovedora
el perdón de Dios y el retorno al seno
del pueblo de Dios.

– El Señor les da también la autoridad
de reconciliar a los pecadores con la Iglesia.

– Esta dimensión eclesial de su tarea
* se expresa particularmente
* en las palabras solemnes de Cristo
* a Simón Pedro: A ti te daré las
llaves del Reino de los Cielos;
y lo que ates en la tierra quedará
atado en los cielos, y lo que desates
en la tierra quedará desatado en los cielos.

El Colegio de los Apóstoles,
unido a su Cabeza recibió
la función de atar y desatar
dada a Pedro .

– Las palabras atar y desatar significan:
aquel a quien excluyáis de vuestra comunión,
será excluido de la comunión con Dios;
aquel a quien que recibáis de nuevo en
vuestra comunión, Dios lo acogerá
también en la suya.

– La reconciliación con la Iglesia es
inseparable de la reconciliación con Dios.

El sacramento del perdón

– Cristo instituyó el sacramento
de la Penitencia en favor de todos los
miembros pecadores de su Iglesia, ante
todo para los que, después del Bautismo,
hayan caído en el pecado grave y así
hayan perdido la gracia bautismal y
lesionado la comunión eclesial.

– El sacramento de la Penitencia
ofrece una nueva posibilidad
de convertirse y de recuperar
la gracia de la justificación.

– Los Padres de la Iglesia presentan
este sacramento como la segunda tabla
—de salvación— después del naufragio
que es la pérdida de la gracia.

– A lo largo de los siglos la
forma de ejercer este poder
ha variado mucho.

LA PENITENCIA (2DA PARTE).

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