LA PENITENCIA (1ERA PARTE).

Por Juan María Gallardo.

Los sacramentos de curación 

El Señor Jesucristo,
– médico de nuestras almas y de nuestros cuerpos,
– que perdonó los pecados al paralítico y le devolvió la salud del cuerpo,
– quiso que su Iglesia continuase su obra de curación y de salvación.

Esta es finalidad de los dos sacramentos de curación:
– del sacramento de la Penitencia y
– de la Unción de los enfermos.

Presentación de La Penitencia (1era parte)

El sacramento de la Penitencia y de la Reconciliación 

Los que se acercan al sacramento de la penitencia
– obtienen de la misericordia de Dios
– el perdón de los pecados cometidos contra El y, al mismo tiempo,
– se reconcilian con la Iglesia, a la que ofendieron con sus pecados.
Ella les mueve a conversión
– con su amor,
– su ejemplo y
– sus oraciones.

a) El nombre de este sacramento

Sacramento de conversión:
– Realiza sacramentalmente
– la llamada de Jesús a la conversión
– la vuelta al Padre.

Sacramento de la Penitencia:
– Consagra un proceso
– personal y eclesial de
– conversión,
– de arrepentimiento y
– de reparación.

Sacramento de la confesión:
– Un elemento esencial del sacramento es
– la declaración o manifestación, la confesión
– de los pecados ante el sacerdote.

En un sentido profundo también es
– una «confesión»,
– reconocimiento y
– alabanza
– de la santidad de Dios y
– de su misericordia.

Sacramento del perdón:
– Por la absolución sacramental del sacerdote,
– Dios concede al penitente
– el perdón y la paz.

Sacramento de reconciliación:
– Otorga el amor de Dios que reconcilia:
– El que vive del amor misericordioso de Dios está pronto a responder a la llamada del Señor:
Ve primero a reconciliarte con tu hermano (Mateo 5,24).

b) Por qué un sacramento de la reconciliación después del bautismo

La vida nueva recibida
– no suprimió
– la fragilidad,
– la debilidad,
– ni la inclinación o
– concupiscencia,
– que permanece en los bautizados.

c) La conversión de los bautizados

Jesús llama a la conversión.

– Esta llamada es una parte esencial del anuncio del Reino:
El Reino de Dios está cerca; convertíos y creed en la Buena Nueva (Marcos 1,15).

El Bautismo
– es el lugar principal de la conversión primera y fundamental.

Por la fe en la Buena Nueva y
por el Bautismo
– se renuncia al mal y
– se alcanza la salvación:
– la remisión de todos los pecados y
– el don de la vida nueva.

La segunda conversión
– es una tarea para toda la Iglesia que
– recibe en su propio seno a los pecadores y que
– siendo santa
– necesita purificación,
– penitencia y
– renovación.

Este esfuerzo de conversión
– no es sólo una obra humana.

– El corazón contrito,
– atraído y movido por la gracia
– está llamado a responder
– al amor misericordioso de Dios
– que nos ha amado primero.

Un testimonios es:
– la conversión de san Pedro
– tras la triple negación de su Maestro.
– La mirada de infinita misericordia de Jesús
– provoca las lágrimas del arrepentimiento y,
– tras la resurrección del Señor,
– la triple afirmación de su amor hacia Él.

La segunda conversión tiene también
– una dimensión comunitaria.

San Ambrosio
– sobre las dos conversiones escribe:
– en la Iglesia, «existen el agua y las lágrimas»:
– el agua del Bautismo y las lágrimas de la Penitencia.

d) La penitencia interior

La llamada de Jesús
– a la conversión y
– a la penitencia
– no mira, en primer lugar,
– a las obras exteriores
– «el saco y la ceniza»,
– los ayunos y
– las mortificaciones, sino a
– la conversión del corazón,
– la penitencia interior.
Sin ella,
– las obras de penitencia
– permanecen estériles y engañosas;
– por el contrario,
– la conversión interior
– impulsa esta actitud
– por medio de signos visibles,
– gestos y obras de penitencia.

La penitencia interior es
– una reorientación radical de toda la vida,
– un retorno,
– una conversión a Dios
– con todo nuestro corazón,
– una ruptura con el pecado,
– una aversión del mal, con repugnancia
– hacia las malas acciones que hemos cometido.

– Comprende
– el deseo y la resolución de cambiar de vida
– con la esperanza de la misericordia divina y
– la confianza en la ayuda de su gracia.

Esta conversión del corazón
– va acompañada
– de dolor y tristeza saludables
– que los Padres llamaron
animi cruciatus —aflicción del espíritu—,
compunctio cordis —arrepentimiento del corazón—.

El corazón del hombre es rudo y duro.
– Es preciso que Dios dé al hombre un corazón nuevo.

La conversión es primeramente
– una obra de la gracia de Dios
– que hace volver a Él nuestros corazones.

– Dios es quien nos da la fuerza
-para comenzar de nuevo.

Al descubrir la grandeza del amor de Dios,
– nuestro corazón se estremece
– ante el horror y el peso del pecado y
– comienza a temer ofender a Dios por el pecado y
– verse separado de él.

El corazón humano se convierte
– mirando al que nuestros pecados traspasaron.

El Espíritu Santo
– da al corazón del hombre
– la gracia del arrepentimiento y de la conversión.

e) Diversas formas de penitencia en la vida cristiana

La penitencia interior
– tiene expresiones muy variadas.

La Escritura y los Padres
insisten sobre todo
en tres formas:
– el ayuno,
– la oración,
– la limosna.
Expresan
– la conversión
– con relación a sí mismo,
– con relación a Dios y
– con relación a los demás.

Son medios de obtener el perdón de los pecados,
– los esfuerzos realizados para reconciliarse con el prójimo,
– las lágrimas de penitencia,
– la preocupación por la salvación del prójimo,
– la intercesión de los santos y
– la práctica de la caridad
-que cubre multitud de pecados.

La conversión se realiza en la vida cotidiana mediante
– gestos de reconciliación,
– la atención a los pobres,
– el ejercicio y la defensa de la justicia y del derecho,
– por el reconocimiento de nuestras faltas ante los hermanos,
– la corrección fraterna,
– la revisión de vida,
– el examen de conciencia,
– la dirección espiritual,
– la aceptación de los sufrimientos,
– el padecer la persecución a causa de la justicia.

Tomar la cruz cada día y seguir a Jesús
– es el camino más seguro de la penitencia.

LA PENITENCIA (1ERA PARTE).

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