LA ORACION EN EL CATECISMO (SEGUNDO PROGRAMA).

Por Juan María Gallardo.

David y la oración del rey

La oración del pueblo de Dios
se desarrolla a la sombra de la
Morada de Dios:

– el Arca de la Alianza
– y más tarde
– el Templo.

Los guías del pueblo
– pastores y profetas
– son los primeros que
– enseñan a orar.

Presentación de la oración en el Catecismo (Segundo programa)

El niño Samuel aprendió
de su madre Ana y del
sacerdote Elí: Habla, Señor,
que tu siervo escucha
(cf 1 S 3, 9-10).

David es el rey, el pastor
que ruega por su pueblo
y en su nombre.

Su alabanza y arrepentimiento
serán modelo de la oración del
pueblo.

Su oración es
– adhesión fiel a la promesa divina,
– confianza amante y alegre Dios.

En los Salmos, inspirado por el
Espíritu Santo, es el primer profeta
de la oración judía y cristiana.

El Templo de Jerusalén,
la casa de oración que
David quería construir,
será la obra de su hijo,
Salomón.

Elías, los profetas y la
conversión del corazón

Para el pueblo de Dios, el Templo
debía ser el lugar donde aprender
a orar:
-las peregrinaciones,
-las fiestas,
-los sacrificios,
-la ofrenda de la tarde,
-el incienso,
-los panes de ‘la proposición’,
-todos estos signos
-de la Santidad y
-de la Gloria de Dios
-eran llamadas y
-caminos de la oración.

Sin embargo, el ritualismo
arrastraba al pueblo con
frecuencia hacia un culto
demasiado exterior.

Era necesaria la educación de la fe,
la conversión del corazón.

Esta fue la misión de los profetas,
antes y después del Destierro.

Elías es el padre de los profetas.

Aprende junto a la viuda de Sarepta
la fe en la palabra de Dios, fe que
confirma con su oración insistente:
Dios devuelve la vida al hijo de la viuda
(cf 1 R 17, 7-24).

En el ‘cara a cara’ con Dios, los profetas
sacan luz y fuerza para su misión.

Su oración no es una huida
del mundo infiel,
sino una escucha
de la palabra de Dios,
a veces un litigio o
una queja, siempre
intercesión.

Los Salmos,
oración de la Asamblea

Desde David hasta la venida del Mesías,
las SSEE contienen textos de oración.

Los salmos fueron reunidos poco a poco
en un conjunto de cinco libros:

los Salmos (o ‘alabanzas’), son la
obra maestra de la oración en el AT.

Los Salmos alimentan y expresan
la oración del pueblo de Dios
como Asamblea,
con ocasión
de las grandes fiestas en Jerusalén
y los sábados en las sinagogas.

Esta oración es indisociablemente
individual y comunitaria.

Los Salmos,
usados por Cristo en su oración y
que en él encuentran su cumplimiento,
continúan siendo esenciales en la oración
de su Iglesia (cf IGLH 100-109).

El Salterio es el libro en el que
la Palabra de Dios se convierte
en oración del hombre.

En el salterio, las palabras del salmista
expresan, cantándolas para Dios,
sus obras de salvación.

Los salmos no cesan de enseñarnos a orar.

Expresiones de los Salmos se encarnan
en la liturgia del templo y
en el corazón del hombre.

Tanto si se trata
-de un himno como
-de una oración
-de desamparo o
-de acción de gracias,
-de súplica
-individual o
-comunitaria,
-de canto real o
-de peregrinación o
-de meditación sapiencial,
los salmos son
el espejo de las maravillas de Dios
en la historia de su pueblo y
en las situaciones humanas
vividas por el salmista.

Un salmo puede reflejar un
acontecimiento pasado, pero
es de una sobriedad tal que
se puede rezar por los hombres
de toda condición y de todo tiempo.

Hay unos rasgos constantes
en los Salmos:
-la simplicidad y
-la espontaneidad de la oración,
-el deseo de Dios mismo,
-la situación incómoda del creyente
que se enfrenta con una multitud
de enemigos y de tentaciones;
y que se mantiene fiel a
la voluntad divina.

La oración de los salmos está
siempre orientada a la alabanza.

Reunidos en función del culto son
invitación y respuesta a la oración.

San Ambrosio, Sal. 1, 9: ¿Qué hay
mejor que un Salmo? Por eso,
David dice muy bien: ¡Alabad al
Señor, porque es bueno salmodiar:
a nuestro Dios alabanza dulce y bella!.

Y es verdad. Porque el salmo es
– bendición pronunciada por el pueblo,
– alabanza de Dios por la Asamblea,
– aclamación de todos,
– palabra dicha por el universo,
– voz de la Iglesia,
– melodiosa profesión de fe.

LA ORACION EN EL CATECISMO (SEGUNDO PROGRAMA).

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