LA LÁMPARA EN EL CANDELERO.

Por Mario Ortega.

Lc 8, 16-18. La lámpara en el candelero. Lunes de la semana 25 del TO

En aquel tiempo, dijo Jesús al gentío:
«Nadie que ha encendido una lámpara, la tapa con una vasija o la mete debajo de la cama, sino que la pone en el candelero para que los que entren vean la luz.
Pues nada hay oculto que no llegue a descubrirse ni nada secreto que no llegue a saberse y hacerse público.
Mirad, pues, cómo oís, pues al que tiene se le dará y al que no tiene se le quitará hasta lo que cree tener».

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La lámpara en el candelero

Dios nos recuerda hoy en su Palabra que somos lámpara encendida, destinada a estar en el candelero para iluminara a todos los que entren en la casa. Somos lámparas encendidas. Encendidas en un doble sentido: encendidas con la luz de la fe y encendidas con el amor de la caridad. En medio de un mundo frío por la oscuridad del sinsentido y que no conoce el amor por el egoísmo imperante. Doble oscuridad. Tremenda oscuridad para el hombre, imagen de Dios, que está hecho para la luz y el amor.

La Palabra de Dios nos dice que el remedio está en nosotros, cristianos, porque somos lámpara. Sujetos como todos a la oscuridad de nuestra frágil fe y escasa caridad, pero recibiendo continuamente, la luz de Dios a través de su Palabra, la oración, los sacramentos; recibiendo igualmente el fuego del amor, por el Espíritu Santo que sin parar nos inunda.

La luna no tiene luz, pero ilumina por la noche porque refleja la luz del sol. El metal no calienta por sí mismo, pero es el buen transmisor del calor que recibe del fuego. Así nosotros, estamos llamados a ser lámparas iluminadoras y caloríficas. En el candelero, con todo lo que esa expresión significa: en lo alto, sujetos tal vez a la crítica y a la incomprensión. El miedo de meternos debajo del celemín o de la cama y no querer saber nada, para salvar nuestro pellejo, no es seguir a Jesús. Gracias Jesús, por haberme hecho lámpara y colocarme en el candelero.

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