IGLESIA, ¿QUÉ TE ESPERA EN TU FUTURO? (3). La caridad servicial conduce a la Eucaristía

Por Silvio Pereira.

El desempeño del laicado

Los laicos deberán revisar su aporte ciertamente. Algunos habrán realizado tareas consideradas esenciales por la sociedad y que ya en sí mismas fueron un aporte valioso; se habrán puesto en riesgo para sostener a tantos otros y no solo habrán sido protegidos sino también protectores, no solo beneficiarios sino también bienhechores. ¿Pero en esas tareas esenciales habrán podido expresar el espíritu cristiano? Otros no creyentes las han realizado junto a ellos. ¿Cuál ha sido el plus de novedad evangélica aportado?

Otra porción de laicos me consta se han puesto a disposición como voluntarios sobre todo en la tarea caritativa acompañando a los pobres y sufrientes en centros de salud, emprendimientos solidarios diversos o simplemente en sus comunidades parroquiales. Han reconocido el llamado del Señor a amar más en tiempos de crisis cuando todo estalla y se sale de proporción. Han querido ser consuelo de afligidos y sostén de lastimados y al estilo de Jesús se han comportado como el buen samaritano. Les agradezco, pues con libertad y voluntariamente, han testimoniado esa valentía evangélica que habilita reales y concretos proyectos de santidad.

Laicos en primera línea y Eucaristía

Una digresión que entiendo justificada. No sé realmente cómo ha sido en toda la Iglesia pero, desde mi pequeña óptica de Párroco, he descubierto que sobre todo desde estos dos sectores de laicos –tareas esenciales y voluntariado caritativo– se me ha solicitado poder acceder a la celebración de la Eucaristía. En mi experiencia no son los ‘conservadores’ ni los ‘espiritualistas angélicos’ sino los ‘samaritanos encarnados’ y algunos ‘penitentes peregrinos’ los que desean y concretamente piden por estos tiempos el Sacramento del Altar, memorial de la Pascua. El amor a Dios y el amor al prójimo van inseparablemente juntos. Son quienes se apropian mejor de la gracia de la Eucaristía los que más se acercarán a los crucificados y quienes se acercan a los crucificados buscarán y se orientarán a la Eucaristía. Se trata de un proceso de fe. El resto de los cristianos que discute sobre la oportunidad de volver o no al culto público me parece –pidiendo disculpas si ofendo a alguien– que opina ‘teóricamente’; solo quiénes ‘se juegan el pellejo’ por estos días entienden la correlación entre la Eucaristía y un amor capaz de entregar la propia vida en rescate y en servicio.

El laicado encuarentenado

Finalmente la gran mayoría de los laicos cristianos han vivido la crisis desde el confinamiento propio de la cuarentena. Ellos son quienes más me preocupan en mi corazón sacerdotal. Es verdad que han tenido una oportunidad para concretar ‘la familia, Iglesia doméstica’ pero ¿efectivamente lo han hecho? ¿Verdaderamente las familias están viviendo un proceso de conversión? Se ha levantado frente a todos ellos una ocasión propicia para tener el tiempo de dedicarse a la oración y a la escucha de la Palabra. ¿Qué ha sucedido con ello? Y por medios virtuales también les fue posible ejercer el ministerio de la escucha caritativa de sus hermanos desalentados, tristes o deprimidos. ¿Han tenido talante alegre y cargado de esperanza para cargar sobre sus espaldas a los débiles? ¿Han ayudado a alguien a realizar la compra de víveres o ejecutar algún trámite necesario? ¿Este calvario los ha convertido en el cireneo? Este mayoritario núcleo de laicos también ha buscado junto a sus pastores la forma de no detener el servicio en las comunidades ofreciendo nuevos espacios de evangelización por medios digitales, reconvirtiendo la catequesis y tantas otras actividades pastorales a las nuevas posibilidades de conectividad.

Pero el encierro es peligroso para quienes no están entrenados. A veces temo que demasiado influenciados por el lenguaje y la lógica civil tras la prudencia o la obediencia social terminen ocultando algún miedo o repliegue egoísta.

Ponderando slogans

‘No contagiar’ no siempre es hacer un bien en todo caso quizás solo evitar un mal; paradójicamente puedo evitar un mal al no transmitir el virus a alguien y al mismo tiempo condenarlo al mal del abandono.

‘No contagiar’ a veces solo es cuidar la vida a nivel biológico pero la vida es mucho más.

‘No contagiar’ puede ser en todo caso un bien menor pero se pueden poner en el mundo bienes mayores.

‘Cuidarte a vos es cuidar a los demás’ me parece una consigna claramente del ‘humanismo del mundo’ pero no me suena tan evangélica. No sé si podría ponerla en los labios de Jesús. ¿En algún lugar del Evangelio podríamos ubicar al Señor dando este consejo?El Amarás a tu prójimo como a ti mismo no sé si podría interpretarse en este sentido, sobre todo si lo referimos a la otra formulación Ámense unos a otros como yo los he amado. ¿Y cómo nos ha amado? El Hijo para manifestarnos el Amor de Dios no partió del cuidado de sí, sino del don de sí. No les enseñó a sus discípulos al renovar el llamado en tiempo crucial –cerca de Jerusalén y tras el primer anuncio de la Pasión– a reservar su vida, pues en esa dinámica la perderían; sino que les exhorto a renunciar a sí mismos y cargar su cruz pues quien ofrece su vida la ganará.

‘Cuidarte a vos es cuidar a los demás’, para un cristiano creo que no es suficiente. En el confesionario habitualmente escucho la frase: «Padre, yo no le he hecho mal a nadie». A lo cual suelo responder sonriendo. «¿Pero les has hecho bien a alguien? ¿Dime has amado y amado más?». Sería insuficiente que tras las crisis solo pudiésemos decir: «He sido cuidadoso y no me he contagiado ni he contagiado a nadie». Alguien –ese ALGUIEN CON MAYÚSCULA– nos podría responder: «¿Pero me has reconocido a Mí en el enfermo, el pobre y el sufriente?, ¿cómo mes has servido a Mí en el apestado?» Es curioso cómo a veces olvidamos páginas evangélicas que venimos repitiendo publicitariamente hasta el hartazgo. En mi cultura se lo llama: ‘vender humo’. Decimos que el evangelio de Mt 25 es una ‘clave importante’ para vivir concretamente la fe pero ¿a la hora de dar respuestas en tiempos de peligros ‘la Iglesia Hospital de Campaña’ no atiende en todos lados? En vastos sectores parece solo resguardarse y protegerse para sobrevivir. A esa parte de la Iglesia que quizás se encuentra encerrada por miedo –simbólicamente uso el lenguaje del relato de Pentecostés– le digo: invoquen y esperen el Don que viene de lo alto.

La caridad servicial conduce a la Eucaristía

Y a toda la Iglesia, yo que también lo soy, le recuerdo: ¡No se encuentran contrapuestas o separadas la caridad servicial y la Eucaristía! La Eucaristía invita a la caridad servicial y la caridad servicial conduce a la Eucaristía. Por tanto sin Eucaristía se debilita la caridad y sin caridad no se accede a la gracia que contiene la Eucaristía. Permítanme que repita esta sentencia según mi olfato e intuición de pastor: son quienes se apropian mejor de la gracia de la Eucaristía los que más se acercarán a los crucificados y quienes se acercan a los crucificados buscarán y se orientarán a la Eucaristía.

El Padre Silvio Dante Pereira Carro es también autor del blog Manantial de Contemplación. Escritos espirituales y florecillas de oración personal.

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