IMPONÍA LAS MANOS SOBRE CADA UNO.

Por Mario Ortega.

Lc 4, 38-44. Suegra de Pedro. Curaciones. Predicación a otros pueblos. Miércoles sem XXII TO

En aquel tiempo, al salir Jesús de la sinagoga, entró en casa de Simón. La suegra de Simón estaba con fiebre muy alta y le pidieron que hiciera algo por ella. El, de pie a su lado, increpó a la fiebre, y se le pasó; ella, levantándose enseguida, se puso a servirles.
Al ponerse el sol, los que tenían enfermos con el mal que fuera, se los llevaban; y él, poniendo las manos sobre cada uno, los iba curando. De muchos de ellos salían también demonios, que gritaban:
-Tú eres el Hijo de Dios.
Los increpaba y no les dejaba hablar, porque sabían que él era el Mesías. Al hacerse de día, salió a un lugar solitario. La gente lo andaba buscando; dieron con él e intentaban retenerlo para que no se les fuese. Pero él les dijo:
-También a los otros pueblos tengo que anunciarles el reino de Dios, para eso me han enviado.
Y predicaba en las sinagogas de Judea.

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IMPONÍA LAS MANOS SOBRE CADA UNO

1. Es impresionante ver a Jesús curando a los enfermos. Es una de las demostraciones más hermosas de la bondad y la cercanía de Dios. De un Dios que se ha hecho hombre para salvarnos, llegando, como en el caso de la suegra de Pedro enferma, hasta la cabecera de nuestro lecho. Es el Dios – amigo que está más cerca cuanto más lo necesitamos.

2. La narración prosigue con más enfermos que le llevan y Él va poniendo sus manos sobre cada uno de ellos. Uno a uno. No importa que seamos muchos. Dios nos ama y nos salva uno a uno. Y así ha de hacer el cristiano a la hora de anunciar el Evangelio. Ir uno a uno. La evangelización hoy más que nunca ha de ser individualizada. Es verdad que San Pedro pescador dirá en tu nombre echaré las redes, pero viendo hoy a Jesús tocando personalmente a cada uno de los enfermos, yo me atrevería a decir más bien en tu nombre echaré la caña de pescar, para ganar para el Reino de Dios a este hermano mío, y después a este otro… Así, de uno en uno, como el Señor hace.

3. Y no acomodarse en un lugar o circunstancia, sino afrontar todas las situaciones que Dios nos ponga por delante, como Jesús, que termina hoy diciendo: también a otros pueblos tengo que anunciar el Reino de Dios.

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