Francisco anima a alcanzar una relación estrecha con Dios, durante la audiencia general del miércoles 15 de noviembre, en la Plaza de San Pedro, donde habló de la soledad y la desolación al continuar su catequesis sobre el tema del discernimiento. Consideró que «estar desolados nos ofrece la posibilidad de crecer, de iniciar una relación más madura, más hermosa, con el Señor y con las personas queridas, una relación que no se reduzca a un mero intercambio de dar y tener».
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«La vida espiritual no es una técnica a nuestra disposición, no es un programa de ‘bienestar’ interior que nosotros debemos programar. No. Es la relación con el Viviente, irreductible a nuestras categorías. La desolación entonces es la respuesta más clara a la objeción que la experiencia de Dios sea una forma de sugestión, una simple proyección de nuestros deseos», reflexionó el Pontífice. «Quien reza se da cuenta de que los resultados son imprevisibles: experiencias y pasajes de la Biblia que a menudo nos han entusiasmado, hoy, extrañamente, no suscitan ningún entusiasmo», explicó el Papa Francisco, quien anima a una alcanzar relación estrecha con Dios.
Afirmó que «e igualmente de forma inesperada, experiencias, encuentros y lecturas a los que nunca se había hecho caso o que se prefería evitar —como la experiencia de la cruz— traen una paz inesperada». «La desolación es también una llamada a la gratuidad, a no buscar jamás la gratificación emotiva. Esta es la base de una relación auténtica y madura con Dios y con los demás; nos lleva a aceptar al otro por sí mismo y no por lo que me aporta. Si captamos en profundidad la humanidad de Cristo como puerta del cielo, podremos llegar a preguntarle: ‘¿Cómo estás?’, aprendiendo a amarle precisamente en su sufrimiento y su soledad, y a hacerlos nuestros», reflexionó.
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