EZEQUIEL: VIVIR SEGÚN DIOS EN UNA TIERRA EXTRAÑA (5).
Continuación de Ezequiel: vivir según Dios en una tierra extraña (4).
Por Silvio Pereira.
Las basuras del corazón
En el comienzo de su profecía se le ordena comer el libro de los ayes (2,8-3,3) y dárselo a comer al pueblo que se niega porque es rebelde, porque no quiere aceptar la responsabilidad personal por sus pecados. Entonces recurre a falsos profetas que lo convaliden y justifiquen o reincidir en el uso de la figura del rey que, mediante el mecanismo de la «personalidad corporativa», le permita exculparse. Ezequiel les recrimina ser un pueblo apegado a las basuras del corazón: tradiciones falsas y fetiches como el templo convertido en un amuleto o peor aún, las imágenes de los falsos dioses idolátricos. Tales son tratados de «basuras» y queda claro que al celebrarles culto se erige su presencia abominable como realidad interior y el templo del corazón queda dedicado a las «basuras» contrarias al Señorío único de Dios.
El término «basuras» es abrumadoramente frecuente y su uso es técnico en Ezequiel: basura —guilulim— es el estiércol de caballo. No sólo califica fuertemente el interior o corazón del pueblo como un lugar regado de excrementos. Tal vez la comparación también apunte a las caballerizas del ejército y al intento de alianza con el Faraón de Egipto como defensa contra el avance de Babilonia. Tal acto estratégico constituye para el profeta tanto una falsa expectativa como una falta de fe y desconfianza de Dios. Veamos algunos abundantes ejemplos que no llegan a ser ni la mitad de las citas posibles:
Vuestros altares serán devastados, vuestros braseros de incienso serán rotos, haré caer a vuestros habitantes, acribillados, delante de vuestras basuras, pondré los cadáveres de los israelitas delante de sus basuras, y esparciré sus huesos alrededor de vuestros altares. En todo lugar donde habitéis, las ciudades quedarán en ruinas y los altos serán devastados, de forma que vuestros altares queden en ruinas, como cosa culpable, vuestras basuras sean destrozadas y aventadas, vuestros braseros de incienso hechos pedazos y aniquiladas vuestras obras (Ez 6,4-6).
Y vuestros supervivientes se acordarán de mí, entre las naciones adonde hayan sido deportados, aquellos a quienes yo haya quebrantado el corazón adúltero que se apartó de mí y los ojos que se prostituyeron detrás de sus basuras (Ez 6,9).
“Y sabréis que yo soy Yahveh, cuando sus víctimas queden allí entre sus basuras alrededor de sus altares, en toda colina elevada, en la cima de todos los montes, bajo todo árbol verde, bajo toda encina frondosa, dondequiera que ofrecen calmante aroma a todas sus basuras (Ez 6,13).
Entré y observé: toda clase de representaciones de reptiles y animales repugnantes, y todas las basuras de la casa de Israel estaban grabados en la pared, todo alrededor (Ez 8,10).
Algunos ancianos de Israel vinieron a mi casa y se sentaron ante mí. Entonces la palabra de Yahveh me fue dirigida en estos términos: Hijo de hombre, estos hombres han erigido sus BASURAS en su corazón, han puesto delante de su rostro la ocasión de sus culpas, ¿y voy a dejarme consultar por ellos? Habla, pues, y diles: Así dice el Señor Yahveh: A todo aquel de la casa de Israel que erija sus BASURAS en su corazón o que ponga delante de su rostro la ocasión de sus culpas, y luego se presente al profeta, yo mismo, Yahveh, le responderé, a causa de la multitud de sus basuras, a fin de prender a la casa de Israel en su corazón, a aquellos que se han alejado de mí a causa de todas sus basuras (Ez 14,1-5).
Por eso, di a la casa de Israel: Así dice el Señor Yahveh: Convertíos, apartaos de vuestras basuras, de todas vuestras abominaciones apartad vuestro rostro (Ez 14,6).
Pues bien, prostituta, escucha la palabra de Yahveh. Así dice el Señor Yahveh: Por haber prodigado tu bronce y descubierto tu desnudez en tus prostituciones con tus amantes y con todas tus abominables basuras (Ez 16,35).
El que es justo y practica el derecho y la justicia, no come en los montes ni alza sus ojos a las basuras de la casa de Israel (Ez 18,5-6).
Y les dije: Arrojad cada uno los monstruos que seducen vuestros ojos, no os contaminéis con las basuras de Egipto; yo soy Yahveh, vuestro Dios. Pero ellos se rebelaron contra mí y no quisieron escucharme. Ninguno arrojó los monstruos que seducían sus ojos; ninguno abandonó las BASURAS de Egipto (Ez 20,7-8).
Pues habían despreciado mis normas, no se habían conducido según mis preceptos y habían profanado mis sábados; porque su corazón se iba tras sus basuras (Ez 20,16).
En cuanto a vosotros, casa de Israel, así dice el Señor Yahveh: Que vaya cada uno a servir a sus basuras; después, yo juro que me escucharéis y no profanaréis más mi santo nombre con vuestras ofrendas y vuestras basuras (Ez 20,39).
Así dice el Señor Yahveh: Haré desaparecer las basuras, y pondré fin a los falsos dioses (Ez 30,13).
Quita, Señor, las basuras de nuestro corazón
Si en mi juventud me ha impresionado negativamente aquella imagen del pecado como mancha y desorden que afea la casa del alma hasta expulsar de ella a Dios quien ya no la puede habitar, debo admitir que con el paso de los años, tanto por la experiencia acumulada en el camino como por la maduración de la vida en el Espíritu, advierto claramente cuánta oscuridad solemos introducir o dejar entrar en nuestro corazón.
La purificación es una exigencia básica del camino de fe. No hay forma de avanzar y crecer sin podar los vicios y ordenar las pasiones, sanar las heridas y por supuesto extirpar el mal enraizado en nosotros. Y sin embargo me quedo perplejo frente a tamaña negación en nuestros días de esta evidencia insoslayable en la vida de cualquier creyente.
No digo que esta certeza espiritual no sea admitida en la teoría sino que más bien es ampliamente negada o desconocida en la práctica religiosa. Obviando que alguna terminología clásica pueda ser rechazada por la sensibilidad contemporánea, no he hallado remplazos semánticos en la práctica eclesial de formación espiritual para estas ejercitaciones y prácticas esenciales al proceso interior. ¿Penitencia, ayuno, mortificación, sacrificio, austeridad y sobriedad de vida? ¿Alguien ha escuchado hablar de algo así o en términos semejantes durante las últimas décadas en sus ambientes cristianos? ¿Toda una rareza verdad?
Me temo pues que tal descuido y negligencia espiritual haya hecho proliferar un amplio espectro de basuras y pestilencias varias en el corazón de los creyentes y del cuerpo eclesial. Cuando nos demos cuenta tal vez tengamos que acometer la ardua tarea de desmontar un terreno que ha llegado a ser inhabitable. Espero que no lleguemos a tal extremo. ¡Señor si adviertes en tu Pueblo semejante dejadez no te quedes lejos, ven pronto a socorrernos! ¡Quita las basuras de nuestro corazón!
EZEQUIEL: VIVIR SEGÚN DIOS EN UNA TIERRA EXTRAÑA (5). Por Silvio Pereira.
El Padre Silvio Dante Pereira Carro es también autor del blog Manantial de Contemplación. Escritos espirituales y florecillas de oración personal.