La entidad Human Rights Watch indicó en abril de este año que el gobierno chino deportó a aproximadamente 600 norcoreanos, y aquellos que tuvieron contacto con cristianos en el extranjero fueron enviados a campos de internamiento para prisioneros políticos, conocidos por el duro trato que reciben allí, lo que equivalen a una sentencia de cadena perpetua sin posibilidad de libertad condicional.
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Cualquier norcoreano que entre en contacto con el cristianismo, aunque sea una vez, corre el riesgo de ser enviado a un campo de prisioneros políticos. Illyong Ju, un refugiado que vive en Estados Unidos, trabaja como misionero para ayudar a los norcoreanos con la causa de la libertad religiosa. «China, miembro del Consejo de Derechos Humanos de la ONU, simpatiza con las acciones asesinas del régimen norcoreano», precisó.
«Prisioneros serán interrogados para informar, por la fuerza, sobre las 1.000 personas restantes que aún no fueron repatriadas a Corea del Norte. Sin duda serán torturados en los campos y algunos serán ejecutados. Nunca debemos tomar este hecho a la ligera. El régimen norcoreano continúa cometiendo actos que equivalen a genocidio contra su propio pueblo, y el gobierno chino hace la vista gorda ante esto y lo apoya tácitamente», indicó.
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