EL VERBO SE HIZO CARNE.

Por Mario Ortega.

Jn 1, 1-18. El Verbo se hizo carne. 31 diciembre Feria de Navidad

En el principio existía el Verbo, y el Verbo estaba junto a Dios, y el Verbo era Dios. Él estaba en el principio junto a Dios. Por medio de él se hizo todo, y sin él no se hizo nada de cuanto se ha hecho.

En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres. Y la luz brilla en la tiniebla,
y la tiniebla no lo recibió.

Surgió un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan: este venía como testigo, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por medio de él. No era él la luz, sino el que daba testimonio de la luz.

El Verbo era la luz verdadera, que alumbra a todo hombre, viniendo al mundo. En el mundo estaba; el mundo se hizo por medio de él, y el mundo no lo conoció. Vino a su casa,
y los suyos no lo recibieron.

Pero a cuantos lo recibieron, les dio poder de ser hijos de Dios, a los que creen en su nombre. Estos no han nacido de sangre, ni de deseo de carne, ni de deseo de varón, sino que han nacido de Dios.

Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros, y hemos contemplado su gloria: gloria como del Unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad.

Juan da testimonio de él y grita diciendo: «Este es de quien dije: el que viene detrás de mí se  ha puesto delante de mí, porque existía antes que yo». Pues de su plenitud todos hemos recibido, gracia tras gracia. Porque la ley se dio por medio de Moisés, la gracia y la verdad nos han llegado por medio de Jesucristo.

A Dios nadie lo ha visto jamás: Dios unigénito, que está en el seno del Padre, es quien lo ha dado a conocer.

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Hablaba del niño a todos los que aguardaban la liberación de Jerusalén

  1. Último día del año y la Iglesia nos propone de nuevo el comienzo del Evangelio de San Juan. Su sublime prólogo que comienza diciendo En el principio existía la Palabra y termina con la solemne revelación de que esa Palabra se hizo carne y acampó entre nosotros. Jesucristo es  el Alfa y la Omega de la creación y de la historia, el principio y el fin de todo. Y así lo confesamos al fin de un año y el principio del siguiente.
  2. Cambiamos de año, dejamos atrás uno que hace trescientos sesenta y cinco días lo saludábamos como nuevo. Comienza uno nuevo que, Dios mediante, lo volveremos a despedir como viejo dentro de doce meses… Todo cambia, menos Dios, que es el principio y fin de la historia, siempre el mismo y siempre a nuestro lado, sin faltarnos nunca.
  3. Por eso, el prólogo de San Juan hoy lo leemos con agradecimiento y asombro: agradecimiento por todo lo que nos ha sucedido este año, lo bueno y lo malo; que para el que ama a Dios todo lo malo resulta finalmente bueno y providente. Asombro porque Dios el único que permanece, es fiel, es eterno… Gracias a Él tocamos la eternidad.

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