EL BUEN SAMARITANO.
Por Mario Ortega.
Lc 10, 25-37. El buen samaritano. Una cascada de caridad. Lunes semana 27 TO
En aquel tiempo, se levantó un maestro de la ley y preguntó a Jesús para ponerlo a prueba:
«Maestro, ¿qué tengo que hacer para heredar la vida eterna?».
Él le dijo:
«¿Qué está escrito en la ley? ¿Qué lees en ella?».
Él respondió:
«’Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón y con toda tu alma y con toda tu fuerza’ y con toda tu mente. Y ‘a tu prójimo como a ti mismo’».
Él le dijo:
«Has respondido correctamente. Haz esto y tendrás la vida».
Pero el maestro de la ley, queriendo justificarse, dijo a Jesús:
«¿Y quién es mi prójimo?».
Respondió Jesús diciendo:
«Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó, cayó en manos de unos bandidos, que lo desnudaron, lo molieron a palos y se marcharon, dejándolo medio muerto. Por casualidad, un sacerdote bajaba por aquel camino y, al verlo, dio un rodeo y pasó de largo. Y lo mismo hizo un levita que llegó a aquel sitio: al verlo dio un rodeo y pasó de largo. Pero un samaritano que iba de viaje llegó adonde estaba él y, al verlo, se compadeció, y acercándose, le vendó las heridas, echándoles aceite y vino, y, montándolo en su propia cabalgadura, lo llevó a una posada y lo cuidó. Al día siguiente, sacando dos denarios, se los dio al posadero y le dijo: “Cuida de él, y lo que gastes de más yo te lo pagaré cuando vuelva”. ¿Cuál de estos tres te parece que ha sido prójimo del que cayó en manos de los bandidos?».
Él dijo:
«El que practicó la misericordia con él».
Jesús le dijo:
«Anda y haz tú lo mismo».
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El buen samaritano. Una cascada de caridad
- La parábola del Buen Samaritano es la que Jesús nos ofrece para describirnos la caridad en acción. La caridad es siempre acción, porque obras son amores y no buenas razones. Y las obras, la acción, se expresa en las frases a través de los verbos. Las frases de la parábola que describen la caridad del buen samaritano son una cascada de verbos que expresan todos ellos un salir de uno mismo para darse al prójimo. Y quien se da al prójimo, se da a Dios.
- El buen samaritano llegó adonde estaba el necesitado, lo vio, se compadeció, se acercó, le vendó las heridas, lo montó en su caballo, lo llevó a la posada, lo cuidó… y por si no fuera poco, llegó lo más duro de la caridad, al menos, para nosotros: se echó mano al bolsillo y sacando dos denarios, se los dio al posadero diciendo: Cuida de él y lo que gastes de más yo te lo pagaré cuando vuelva.
- Obras, hermanas, obras. Decía Santa Teresa a sus hermanas, después de describir la séptima morada. No nos podemos quedar en la contemplación de Dios. El amor hacia Él nos impulsa a cumplir ese otro mandamiento que va inseparablemente unido: amarás a tu prójimo a través de una cascada de verbos que expresen una obra tras otra hechas con el amor de Dios.