EL ADMINISTRADOR INJUSTO.
Por Mario Ortega.
Lc 16, 1-8. El administrador injusto. Viernes semana XXXI TO
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
Un hombre rico tenía un administrador y le llegó la denuncia de que derrochaba sus bienes. Entonces lo llamó y le dijo:
-¿Qué es eso que me cuentan de ti? Entrégame el balance de tu gestión, porque quedas despedido.
El administrador se puso a echar sus cálculos:
-¿Qué voy a hacer ahora que mi amo me quita el empleo? Para cavar no tengo fuerzas; mendigar, me da vergüenza. Ya sé lo que voy a hacer para que cuando me echen de la administración, encuentre quien me reciba en su casa.
Fue llamando uno a uno a los deudores de su amo, y dijo al primero:
-¿Cuánto debes a mi amo?
Este respondió:
-Cien barriles de aceite.
El le dijo:
-Aquí está tu recibo: aprisa, siéntate y escribe «cincuenta».
Luego dijo a otro:
-Y tú, ¿cuánto debes?
El contestó:
-Cien fanegas de trigo.
Le dijo:
-Aquí está tu recibo: Escribe «ochenta».
Y el amo felicitó al administrador injusto, por la astucia con que había procedido. Ciertamente, los hijos de este mundo son más astutos con su gente que los hijos de la luz.
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El Señor nos quiere santos espabilados
- Hoy nos habla Jesús a través de una parábola difícil de interpretar: la del administrador injusto. Aquél hombre que por su mala gestión es despedido por el amo, pero antes, tiene la astucia de juntar a los deudores de su señor y rebajarles notablemente sus deudas, con el fin de granjearse el favor de estos deudores ganándoselos como amigos para que le ayuden cuando él esté en la calle.
- El amo alaba el proceder de este hombre y eso es lo que nos desconcierta, porque ha usado mala mañas. Jesús no quiere que usemos malas mañas, por supuesto, pero sí que seamos sagaces y astutos en las situaciones difíciles. Que eso fue lo que hizo este hombre. El Señor nos quiere santos, pero santos espabilados. Como enseña en otro pasaje a sus apóstoles: sed astutos como serpientes pero mansos como palomas. La astucia se suele asociar al engaño. Pero hay una astucia buena, muy buena, que es la que quiere el Señor para nosotros: la que viene de la caridad.
- No es usar del engaño para obtener los propios intereses, sino estar atentos a evitar el engaño del maligno y del mundo, para lograr los intereses de Dios. Los santos han sido y son así. Su santidad no es el buenismo de mostrarse inactivos ante las dificultades del mundo y las zancadillas del mundo, sino la audacia, la sagacidad y la astucia para calcular cómo obrar el bien, cómo velar por los intereses de Dios, que son la justicia, la verdad y la caridad en el mundo.