DIJO AL PARALÍTICO: EXTIENDE TU MANO.

Por Mario Ortega.

Mc 3, 1-6. Dijo al paralítico: extiende tu mano. Miércoles semana 2 del TO.

En aquel tiempo, Jesús entró otra vez en la sinagoga y había allí un hombre que tenía una mano paralizada. Lo estaban observando, para ver si lo curaba en sábado y acusarlo.
Entonces le dice al hombre que tenía la mano paralizada: «Levántate y ponte ahí en medio.»

Y a ellos les pregunta:

«¿Qué está permitido en sábado?, ¿hacer lo bueno o lo malo?, ¿salvarle la vida a un hombre o dejarlo morir?»

Ellos callaban. Echando en torno una mirada de ira y dolido por la dureza de su corazón, dice al hombre:

«Extiende la mano.»

La extendió y su mano quedó restablecida. En cuanto salieron, los fariseos se confabularon con los herodianos para acabar con él.

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Dijo al paralítico: extiende tu mano

  1. La escena evangélica de hoy nos muestra a Jesús curando de nuevo en sábado. Rompiendo así con la torticera interpretación de la ley que hacían los fariseos con intención de acusarlo. El curado es un hombre que tenía la mano paralizada. Encogida y pegada al cuerpo sin poderla mover, entendemos, porque las palabras curativas de Jesús fueron estas: extiende tu mano.
  2. Qué significativa es esta expresión para nuestra vida cristina, más allá de provocar una curación física. Extender la mano significa mucho en nuestra vida cristiana. En primer lugar, es signo de apertura a Dios, así lo hacemos extendiendo las manos para rezar. También es signo claro de apertura al prójimo: aquí tienes mi mano para lo que necesites. Significa también sinceridad: no oculto ni escondo nada, mira lo que tengo. Extender la mano, es igualmente signo de generosidad y fortaleza, ya que lo contrario, pegar las manos al cuerpo o a la cara expresan avaricia o miedo, respectivamente.
  3. Extender las manos, abrir los brazos es, en definitiva, imitar a Jesucristo, que extendió sus brazos en la cruz. Es dejarse hacer el bien, dejarse curar. También el sanitario nos pide extender el brazo cuando tiene que sacarnos sangre. Los brazos hacia arriba y las manos bien abiertas son finalmente signo de victoria y de alegría, rendirnos al amor de Dios, no reservarnos nada, entregarlo todo. Jesús nos dice hoy también a nosotros para curar nuestra parálisis: extiende tu mano. 

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