DIÁLOGO VIVO CON SAN PABLO (4).
Por Silvio Pereira.
4. NO TIENES EXCUSAS QUIENQUIERA QUE SEAS DESPRECIAS SU BONDAD, PACIENCIA Y LONGANIMIDAD SIN RECONOCER QUE ESA BONDAD DE DIOS TE IMPULSA A LA CONVERSIÓN
Queridísimo Pablo, santo Apóstol de los gentiles, comprendemos que estás atravesado por una tensión interior que te conmueve. Por un lado amas a tu pueblo y has sido educado apasionadamente en sus tradiciones, pero por otro has sido enviado a los paganos y viendo la Gracia de Dios actuando en ellos has redefinido todo tu pensar. Tu óptica ha cambiado desde la revelación del Evangelio de Cristo. Ahora en tu carta, tras mirar ese mundo sumido en el pecado no admites excusas, a nadie le faltaba la Ley de Dios y el Juicio pesa sobre todos.
Por eso, no tienes excusa quienquiera que seas, tú que juzgas, pues juzgando a otros, a ti mismo te condenas, ya que obras esas mismas cosas tú que juzgas, y sabemos que el juicio de Dios es según verdad contra los que obran semejantes cosas. Y ¿te figuras, tú que juzgas a los que cometen tales cosas y las cometes tú mismo, que escaparás al juicio de Dios? O ¿desprecias, tal vez, sus riquezas de bondad, de paciencia y de longanimidad, sin reconocer que esa bondad de Dios te impulsa a la conversión? Por la dureza y la impenitencia de tu corazón vas atesorando contra ti cólera para el día de la cólera y de la revelación del justo juicio de Dios, el cual dará a cada cual según sus obras: a los que, por la perseverancia en el bien busquen gloria, honor e inmortalidad: vida eterna; mas a los rebeldes, indóciles a la verdad y dóciles a la injusticia: cólera e indignación. Tribulación y angustia sobre toda alma humana que obre el mal: del judío primeramente y también del griego; en cambio, gloria, honor y paz a todo el que obre el bien; al judío primeramente y también al griego; que no hay acepción de personas en Dios.
Pues cuantos sin ley pecaron, sin ley también perecerán; y cuantos pecaron bajo la ley, por la ley serán juzgados; que no son justos delante de Dios los que oyen la ley, sino los que la cumplen: ésos serán justificados. En efecto, cuando los gentiles, que no tienen ley, cumplen naturalmente las prescripciones de la ley, sin tener ley, para sí mismos son ley; como quienes muestran tener la realidad de esa ley escrita en su corazón, atestiguándolo su conciencia, y los juicios contrapuestos de condenación o alabanza… en el día en que Dios juzgará las acciones secretas de los hombres, según mi Evangelio, por Cristo Jesús. Rom 2,1-16.
Aunque siempre a los hombres de todos los tiempos les ha causado resistencia y rechazo esta verdad, la verdad de que hay Juicio de Dios es una de esas verdades tan arraigadas en la Revelación que parece imposible remover. Hasta el mismo sentido común de la razón humana parece pedirlo: ¿acaso da lo mismo vivir de cualquier modo?, ¿no hay diferencia alguna entre los que obran el bien o el mal? Si el resultado es el mismo para todos: ¿por qué hacer distinción entre bien y mal?, ¿por qué elegir un camino difícil de donación de sí mismo si se puede transitar sin peligro el sendero fácil de una egoísta y permanente autocomplacencia? Si el resultado es el mismo y no hay Juicio o ese Juicio es para todos absolutorio sin necesidad alguna de enmienda: ¿qué sentido tiene aspirar a superarnos de algún modo?, ¿acaso la aspiración a la santidad no es un absurdo?
Así San Pablo vas entretejiendo el diálogo entre la realidad de los judíos y de los paganos. Unos tienen la Ley de Dios y orgullosos por ese don recibido creen estar en condición de superioridad para juzgar a los demás; sin embargo deben darse cuenta que ese juicio se vuelve contra ellos mismos sino son coherentes en su estilo de vida. Pues no tienen excusa quienes conocen la Ley divina y la transgreden. No son justos delante de Dios los que oyen la ley, sino los que la cumplen: ésos serán justificados. Pero tampoco tienen excusa los otros, que no conocen la Ley escrita sobre tablas, pues la Ley de Dios está escrita en los corazones de los hombres y rige sobre su conciencia. Los gentiles, que no tienen ley, cumplen naturalmente las prescripciones de la ley… muestran tener la realidad de esa ley escrita en su corazón, atestiguándolo su conciencia.
Por lo tanto sobre unos y otros se levanta el horizonte del Juicio de Dios cuya voluntad se encuentra expresada y puede ser conocida por el orden natural de la Creación y el sobrenatural de la Ley revelada antes de la manifestación de Cristo Jesús. Nadie tiene en la humanidad de todos los tiempos excusa alguna: Dará a cada cual según sus obras: a los que, por la perseverancia en el bien busquen gloria, honor e inmortalidad: vida eterna; mas a los rebeldes, indóciles a la verdad y dóciles a la injusticia: cólera e indignación.
Tras lo cual me pregunto entonces temblando: ¿y para los cristianos qué? No solo poseemos con toda la humanidad esa ley del orden de la Creación naturalmente escrita en los corazones y grabada en las conciencias sino que somos herederos de la tradición de la primera Alianza dada a nuestros padres. Tenemos todo lo que los que aún no han llegado a la fe en Cristo tienen y que por ello serán juzgados, pero además tenemos la plenitud de la Revelación por la fe en Jesucristo Señor nuestro. ¿Qué será de nosotros en el día en que Dios juzgará las acciones secretas de los hombres, según mi Evangelio, por Cristo Jesús?
Lo cual nos trae a todos –a quienes dependen solo de su conciencia, a quienes son asistidos por la Ley mosaica y los profetas, o mucho más a quienes hemos sido plenamente iluminados por el Evangelio de la Salvación–, tener a mano esta advertencia y ponderarla con urgencia: «¿desprecias, tal vez, sus riquezas de bondad, de paciencia y de longanimidad, sin reconocer que esa bondad de Dios te impulsa a la conversión? Por la dureza y la impenitencia de tu corazón vas atesorando contra ti cólera para el día de la cólera y de la revelación del justo juicio de Dios».
¡Convirtámonos a Dios pues con premura! Seamos agradecidos y valoremos este tiempo de Misericordia que se nos ofrece. Sería bueno que consideremos esta vida histórica, desde nuestro nacimiento hasta nuestra muerte, como el período de la generosa paciencia de Dios que nos llama al encuentro definitivo y nos regala un tiempo de peregrinación para purificarnos. Claro que no ha sido así desde los comienzos pero el pecado del hombre ha transformado esta vida terrena también en un arduo camino de retorno, en una escalera empinada. Y ya que nadie conoce ni el día ni la hora de rendir cuentas no desaprovechemos la oportunidad. Esta advertencia acerca del Juicio que tanto nos cuesta escuchar no es sino una delicada manifestación de su Amor por nosotros. Dios, que no hace acepción de personas, es tan imparcial para ofrecer Salvación a todos como para reconocer y distinguir a quienes han aceptado la Alianza o la han rechazado. El Dios que es Amor Salvador y el Justo Juez se identifican, son el mismo Dios. No olvidemos como Cristo inició su ministerio entre nosotros, predicando: El Reino de Dios está cerca, conviértanse y crean en el Evangelio. No seamos por tanto impenitentes. Esta vida es aquella Cuaresma que nos prepara para la Pascua eterna.
El Padre Silvio Dante Pereira Carro es también autor del blog Manantial de Contemplación. Escritos espirituales y florecillas de oración personal y tiene el canal de YouTube @silviodantepereiracarro . Su perfil en Facebook es Pbro Silvio Dante Pereira Carro.
DIÁLOGO VIVO CON SAN PABLO (3).