DEL SUEÑO CARTESIANO A LA MUERTE ENCEFÁLICA (4).

Continuación de Del sueño cartesiano a la muerte encefálica (3).

Por Lenin de Janon Quevedo.

El gran descubrimiento de la modernidad, con Descartes como pionero, fue generar una ciencia universal de la naturaleza sensible, basada no en la filosofía, sino en la físico-matemática, o mejor dicho, materialmente física y formalmente matemática.

Sin embargo, Maritain —1932— estima que la concepción matemática de la naturaleza ha sido la causa de las desavenencias entre la ciencia moderna y la filosofía perenne, «debido a la construcción de universos cada vez más lejanos y geometrizados, en los que ‘entidades causales ficticias fundadas en lo real’, sirven de soporte a la deducción matemática y envuelven una porción muy particularizada de causas y condiciones reales empíricamente determinadas». Es por ello que la ciencia físico-matemática pretenderá hipótesis mecanicistas, dado que el mecanicismo es la única representación causal que, bien o mal, puede subsistir en una reducción general de la física a la geometría.

Indudablemente, las matemáticas han sido un excelente instrumento para deducir fenómenos de la naturaleza, posibilitando a la Biología, Psicología, y demás ciencias de la salud, analizar la realidad sensible. Un médico no se imaginaría entender la evolución febril de su paciente, o evaluar el acoplamiento del enfermo al respirador mecánico, prescindiendo de curvas plasmadas entre abscisas y ordenadas. Pero la Medicina al igual que la Biología, reconstruye sistemas abiertos para estudiar esa realidad, espacios donde los fenómenos matematizados están limitados. Basta recordar la frecuente expresión que «en medicina dos más dos nunca en cuatro», y ni qué decir de la inexactitud de los pronósticos de muerte.

Por lo tanto, a la hora de considerar objetos abstractos, que se hallen por encima de la naturaleza sensible, purificados de toda materia, y que hasta puedan existir sin ella; las disciplinas biológicas deberán complementarse con la ciencia deductiva del ser corporal, es decir, con la Filosofía.

La metafísica cartesiana en el centro del debate de la muerte encefálica

Ciertamente, la Filosofía ha tomado parte en este debate desde las primeras formulaciones de muerte que usaran criterios cerebrales. Y en la actualidad hay deducciones filosóficas que analizan este diagnóstico desde la figura del «constructo», pensamiento que será demandado por la razón para «convencerse» de la existencia de un fenómeno. Es decir, a la usanza de la metafísica cartesiana.

Descartes decía: «Si no existe en mí una idea tal, no tengo ningún otro argumento para asegurarme de la existencia de otra cosa diferente de mí». Esta concepción elevó la mente humana al pedestal divino, otorgó infalibilidad a la razón y redujo la realidad objetiva a todo aquello que concordase con los pensamientos existentes. Este rasgo aportaría arrogancia a los conocimientos científicos de los siglos posteriores. Sobre el error de los juicios de la razón, el filósofo francés escribía:

«[…] hay en mí una cierta facultad de juzgar, que he recibido ciertamente de Dios […] y puesto que Aquél no quiere que yo me equivoque, no me ha dado evidentemente una facultad tal que me pueda equivocar jamás mientras haga uso de ella con rectitud. […] yo nunca puedo errar; porque si lo que hay en mí lo tengo de Dios, y Éste no me ha dado ninguna posibilidad de errar, me parece que no puedo equivocarme. […] ni la capacidad de querer, que tengo de Dios, es, estrictamente considerada, la causa de mis errores, […] ni tampoco la capacidad de concebir, porque lo que concibo, habiendo recibido de Dios la facultad de concebir, lo concibo sin duda alguna rectamente, y no puede provenir de ella que me equivoque […]».

Una mirada extrema del racionalismo radica en el cefálica, Robert Troug en varias oportunidades ha enunciado que los «argumentos de por qué estos pacientes deben ser considerados muertos nunca han sido suficientemente convincentes». Lo considera un concepto plagado de inconsistencias y contradicciones, fallido en comprender la muerte de manera biológica y filosóficamente coherente; que ha sido elaborado para satisfacer las necesidades de una fase crucial del desarrollo de la medicina de trasplante. Por lo tanto, se trata de «una construcción social que a menudo es considerada un inmutable fisiológico o un absoluto ético». El filósofo Peter Singer —1997— ha expresado que la muerte encefálica se trata de una «ficción práctica, propuesta y aceptada por permitir salvar órganos que, si no, se desperdiciarían».

Otros pensadores también han manifestado que la formulación de la muerte encefálica porta una impronta experimental. Carlos Gherardi —2007— estima que aún es difícil asumir una muerte que no provoque modificaciones corporales «visualizables» y que todo resulte de la comunicación del resultado de un examen o un test efectuado por un experto. En tanto, José Mainetti —2010— se refiera a la muerte encefálica como «una muerte tecnológicamente intervenida, socialmente construida y moralmente autónoma».

Un breve extracto del pensamiento cartesiano sobre la capacidad de la mente para habilitar un engaño y eludir el calificativo moral nos ayudará a entender el sentido del constructo:

«[…] no actuaré mal, según confío, si cambiando todos mis propósitos me engaño a mí mismo y las considero —hablando sobre sus opiniones, N. del A.— algún tiempo absolutamente falsas e imaginarias, hasta que al fin, una vez equilibrados los prejuicios de uno y otro lado, mi juicio no se vuelva a apartar nunca de la recta percepción de las cosas por una costumbre equivocada; ya que estoy seguro de que no se seguirá de esto ningún peligro de error […]».

Del sueño cartesiano a la muerte encefálica (4) en PDF.

El documento fue publicado originalmente en Biblioteca digital de la UCA – ‘Ética y Vida’ en 2011

DEL SUEÑO CARTESIANO A LA MUERTE ENCEFÁLICA (4).

@ldejanon_qv

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