DAME OÍDOS PARA QUE OIGA…

Por Mario Ortega.

Mt 13,36-43. Explicación parábola cizaña. El que tenga oídos que oiga. Martes Semana XVII del TO

En aquel tiempo, Jesús dejó a la gente y se fue a casa. Los discípulos se le acercaron a decirle:
-«Acláranos la parábola de la cizaña en el campo.» Él les contestó:
-«El que siembra la buena semilla es el Hijo del hombre; el campo es el mundo; la buena
semilla son los ciudadanos del reino; la cizaña son los partidarios del Maligno; el enemigo que la siembra es el diablo; la cosecha es el fin del tiempo, y los segadores los ángeles. Lo mismo que se arranca la cizaña y se quema, así será al fin del tiempo: el Hijo del hombre enviará a sus ángeles, y arrancarán de su reino a todos los corruptores y malvados y los arrojarán al horno encendido; allí será el llanto y el rechinar de dientes. Entonces los justos brillarán como el sol en el reino de su Padre. El que tenga oídos, que oiga».

Dame oídos para que oiga…

1. Es hermoso ver cómo los apóstoles, con confianza familiar, piden a Jesús que les explique el sentido de algunas de sus parábolas. Lo hacen hoy con la parábola de la cizaña, que podría resultar relativamente sencilla, si bien el misterio que revela es tremendamente profundo. El misterio del mal y su coexistencia con el bien a lo largo de la historia. El mal es la cizaña sembrada por el maligno y Dios permite que grano y cizaña crezcan juntos, dejando claro que al final de los tiempos todos los corruptores y malvados recibirán el castigo merecido por sus malas obras.

2. Jesús les explica más detalladamente la parábola a sus apóstoles, sí. Pero al final de la explicación, afirma: El que tenga oídos, que oiga. Una frase misteriosa, que repetirá en otras ocasiones. ¿Qué quiere decir el Señor con que “el que tenga oídos, que oiga”? Pues que no basta con una parábola sencilla, ni con una explicación ulterior, sino que tenemos que tener cada uno de nosotros una disposición a acoger esa palabra con humildad. Si no, no hay nada que hacer.

3. Se trata de ese deseo de escucha amorosa, humilde y obediente de la fe. Le pedimos al Señor que nos explique las parábolas. Perfecto. Pero hemos de pedirle ante todo, tener siempre los oídos de la fe bien abiertos y libres de toda sordina egoísta.

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