BIENAVENTURADOS.

Por Mario Ortega.

Lc 6, 20-26. Bienaventurados. Miércoles de la semana 23 del TO.

En aquel tiempo, Jesús, levantando los ojos hacia sus discípulos, les decía:
«Bienaventurados los pobres, porque vuestro es el reino de Dios.
Bienaventurados los que ahora tenéis hambre, porque quedaréis saciados.
Bienaventurados los que ahora lloráis, porque reiréis.
Bienaventurados vosotros cuando os odien los hombres, y os excluyan, y os insulten y proscriban vuestro nombre como infame, por causa del Hijo del hombre. Alegraos ese día y saltad de gozo, porque vuestra recompensa será grande en el cielo. Eso es lo que hacían vuestros padres con los profetas.
Pero ¡ay de vosotros, los ricos, porque ya habéis recibido vuestro consuelo!
¡Ay de vosotros, los que estáis saciados, porque tendréis hambre!
¡Ay de los que ahora reís, porque haréis duelo y lloraréis!
¡Ay si todo el mundo habla bien de vosotros! Eso es lo que vuestros padres hacían con los falsos profetas».

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Bienaventurados

  1. La Palabra de Dios nos ofrece hoy las bienaventuranzas de Jesús tal como las recoge San Lucas; de una manera más resumida a las ocho bienaventuranzas del Evangelio de San Mateo. Pero quedémonos en la primera palabra: Bienaventurados. El escaso uso que hacemos de esta palabra en nuestro lenguaje cotidiano, puede hacer que no prestemos suficiente atención a la profundidad que tiene. Bienaventurados significa felices, dichosos, bendecidos, agraciados, afortunados.
  2. Y todo esto es lo que nos está diciendo Jesús que somos los que queremos seguirlo y elegimos por ello la pobreza y aceptamos la penuria, el llanto o la persecución por querer la verdad, la justicia, la caridad… Nos dice bienaventurados, porque esta apuesta por Dios que nos lleva por el camino estrecho, es la única que conduce a la plenitud que todo ser humano ansía. A la vez, el Maligno continuamente nos sugiere al oído lo contrario: eres un desgraciado, hombre débil, abocado al fracaso, desafortunado, todo lo malo te sucede… mira a los demás que sonríen mientras que tú estás lleno de desgracias. Ciertamente, hay parte de verdad: somos frágiles, pecadores… pero no es toda la verdad. Es una verdad a medias y, por tanto, en el fondo, una mentira. Falta lo principal: somos amados infinitamente por Dios, perdonados, sostenidos por él, levantados, revestidos de su vida por la gracia que nos hace hijos suyos. Nuestra meta es el Cielo. Y el camino, el del bien y la verdad, el de la caridad alegre y generosa… Somos, ante todo y sobre todo, bienaventurados.
  3. ¿A quién prestamos, pues, oído? ¿A lo que nos dice Dios o a la acusación del Maligno…? Escuchar a Dios, su palabra, es creer de verdad en Él, fiarnos de Él. Las bienaventuranzas son el mejor remedio para salir de esa mentira o verdad a medias que nos creemos tantas veces que tira de nosotros hacia abajo. Si escuchamos hoy la voz de Jesús, llamándonos dichosos y invitándonos con ello a seguir el camino de las bienaventuranzas, estaremos acogiendo la verdad completa que es Él.

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