El cardenal Angelo Becciu pidió al Papa Francisco le permita el derecho a defenderse frente a las acusaciones de supuestas irregularidades financieras, en una conferencia de prensa en Roma que brindó el viernes 25 de septiembre, un día después que el Pontífice aceptó su renuncia como prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos y a los derechos derivados del cardenalato. El Vaticano aún no se pronunció sobre los motivos que llevaron a la renuncia de Becciu.
«Es una cosa extraña, surreal. El Papa me dijo que no tenía más confianza en mi porque le dijeron que habría cometido peculado», precisó Becciu, de 72 años, quien sostuvo que fue el propio Papa Francisco quien le pidió la renuncia en la tarde del jueves 24 de septiembre tras una reunión de 20 minutos. «En espíritu de obediencia, y por el amor que tengo a la Iglesia y al Santo Padre, acepté su petición de hacerme a un lado. Soy inocente y lo probaré. Pido al Santo Padre que me permita el derecho a defenderme», solicitó. Además, indicó que renueva su confianza en el Pontífice. «Le prometí fidelidad hasta el final, e, incluso, al hacerme cardenal, prometí dar la vida por la Iglesia y por el Papa, y yo no lo traicionaré jamás, soy fiel y estoy preparado para dar mi vida por ellos», aseguró.
Según las investigaciones que precisó ACI Prensa, publicadas por CNA, el cardenal Becciu fue acusado de emplear millones de euros de fondos caritativos del Vaticano en inversiones especulativas y de riesgo. El dinero procedente de las finanzas vaticanas y de la Conferencia Episcopal Italiana (CEI) habría beneficiado supuestamente a proyectos dirigidos por los hermanos del cardenal. Según sostuvo CNA en 2019, Becciu también fue acusado de intentar disfrazar préstamos por valor de millones de euros en los balances del Vaticano cancelándolos contra el valor de la propiedad comprada en Londres, una maniobra contable prohibida por las nuevas políticas financieras aprobadas por Francisco en 2014. El presunto intento habría sido detectado por la Prefectura de Economía, liderada entonces por el cardenal George Pell.
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