BEATO RUPERTO MAYER.

Por Juan María Gallardo.

El beato Ruperto Mayer «el apóstol de Munich», como le llamó el cardenal Faulhaber, nació en Stuttgart el 1876. Después de una juventud normal, pero en la que se preparó concienzudamente, fue ordenado sacerdote y entró en la Compañía de Jesús. La luz no puede ocultarse bajo el celemín, y el celo apostólico de Ruperto pronto empezó a brillar.

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En la primera Guerra Mundial (1914-1918) se ofreció voluntario como capellán militar y pidió ser enviado al frente para estar cerca de los soldados más expuestos al peligro. Siempre estaba en primera línea, sobre todo en los bombardeos. Tanto se distinguió que le concedieron la más alta condecoración. En uno de los bombardeos, mientras atendía a los heridos, una granada le hirió en una pierna, que tuvo que ser amputada.

Y así, con una sola pierna, olvidándose de sí mismo, Ruperto, un hombre de Dios, un hombre para los demás, llegó a ser el gran apóstol de Munich. Había muchas heridas que curar, físicas y morales, en la postguerra, y el P. Mayer trabajó sin descanso, para aliviar, consolar y socorrer.

BEATO RUPERTO MAYER.

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